El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la cordillera de los Andes, marcando uno de los accidentes aéreos más impactantes de la historia. La película “La sociedad de la nieve”, estrenada recientemente en Netflix y distintas salas de cine, expone en la cruda realidad de la tragedia, visibilizando no solo el suceso en sí, sino la extraordinaria capacidad de supervivencia de 16 personas en condiciones extremas.

Carlos Páez, uno de los sobrevivientes, señaló que la película va más allá de ser un relato histórico de los Andes; es un testimonio humano. Fernando Parrado, otro superviviente, destaca cómo la película adentra al espectador en la avalancha, el frío y la desesperanza, transmitiendo la vivencia única de aquellos días.

Todos, indican que uno de los aspectos más sorprendentes de la historia es la alimentación basada en carne humana, una decisión difícil que surgió dos días después del accidente. Eduardo Strauch recuerda que la idea de ofrecerse como alimento entre ellos mismos fue una forma de evitar ser devorados por cóndores. Sin embargo, el canibalismo fue solo uno de los elementos que contribuyeron a la supervivencia.

En el núcleo de este milagro se encuentra la organización y la formación de la “sociedad de la nieve”. Más que una simple lucha por la supervivencia, los sobrevivientes crearon una sociedad con reglas únicas. Cada individuo tenía roles específicos, y la colaboración era esencial para superar los desafíos físicos y psicológicos durante los 72 días.

Marcelo Pérez del Castillo, líder inicial del grupo, organizó equipos de trabajo desde los primeros días. El equipo médico, encabezado por Roberto Canessa, Gustavo Zerbino y Liliana Methol, cuidaba de los heridos. Los más jóvenes, como Roy Harley y Carlos Páez, se encargaban de la limpieza del fuselaje, mientras que los heridos convertían la nieve en agua.

Adolfo Strauch improvisó un método para derretir nieve y obtener agua utilizando placas de aluminio. Elementos del avión, como fundas de asientos, material de los conductos de calefacción y plástico de la cabina de pilotos, se convirtieron en herramientas cruciales para la supervivencia.

La radio transmitió la suspensión de las labores de búsqueda, llevando a un cambio en el liderazgo. Fito Strauch, Eduardo Strauch y Daniel Fernández asumieron la organización de las tareas, llevando la “sociedad de la nieve” hacia la colaboración y la supervivencia.

Desde la creación de mantas con fundas de asientos hasta la utilización de las redes de los portaequipajes como hamacas, la “sociedad de la nieve” demostró una capacidad asombrosa para adaptarse y utilizar recursos limitados de manera ingeniosa.

La “sociedad de la nieve” deja una lección duradera sobre la resiliencia del espíritu humano.

Foto portada: Póster de la Sociedad de la Nieve. Netflix. 

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