Por: Andrea Sepúlveda.

Desde 2011 nos acompaña un logro democrático que busca fomentar la participación política femenina en Colombia. Allí se exige la participación del 30%, hoy en día se logra algo mucho mejor llamado paridad. Es un principio que consiste básicamente en garantizar la igualdad entre hombres y mujeres en el acceso a puestos de representación política. Es un criterio estipulado en la ley para asegurar la participación igualitaria en la definición de candidaturas, con la intención de garantizar que exista igualdad en todos los escenarios de poder y toma de decisiones. Es la forma de garantizar la equidad en los espacios participativos. Es decir, debe existir el mismo número de mujeres y hombres candidatos en las listas que conforme cualquier partido para todos los ejercicios democráticos, ya sean elecciones locales como concejos y asambleas, o legislativas como cámara y senado. Sin duda alguna, después del reconocimiento al derecho al voto femenino en 1954, este es un logro gigantesco en la democracia de este país. Estas serán las primeras elecciones locales regidas bajo este principio.

¡De igualdad, pues, digamos que existe la exigencia, pero no la garantía! Y de equidad… ¡eso sí que no se logra! Pues es claro que para las mujeres en la participación política existen grandes desventajas. Es como una carrera en donde no todos salen al mismo tiempo y, aparte, se encuentran con varios obstáculos.

Entre esos obstáculos se encuentran los temas estructurales de los partidos, como, por ejemplo, los órganos de control y decisorios. Es decir, los miembros directivos de los partidos son mayoritariamente masculinos y, además, de ciertas edades. Esto hace que exista un desfase generacional y, por lo mismo, sea difícil llegar a un partido y ganar un espacio de reconocimiento, ya que la participación femenina en teoría es reciente y la política es un espacio y un campo construido por hombres y a la medida de ellos. Así que llegar a abrir un espacio en un sector que es totalmente masculinizado no es tan fácil.

El tema económico también se convirtió en una dificultad, ya que, por lo explicado anteriormente, los partidos políticos les dan más confianza y garantía a los candidatos que a las candidatas. Por lo mismo, les facilitan con mayor tranquilidad y más recursos económicos a los hombres que a las mujeres.

El entorno psicosocial también ha difundido de manera bastante errónea la creencia de que estos espacios son masculinos, porque para una mujer, el día a día ya cuenta con bastantes responsabilidades y no va a tener tiempo para nada más. Los hijos, la casa, la pareja, entre otros, parecen responsabilidad exclusiva de la mujer.

Aunque las mujeres somos más del 52% de la población en Colombia, en los cargos de elección popular solo representamos el 12% en concejos y alcaldías, el 16% de las gobernaciones y el 19.7% del congreso.

La agenda mujer requiere a gritos representación, para sacar adelante programas en pro de la misma. Programas que ayudarían a avanzar socialmente y a fomentar la participación femenina en la política colombiana, que es lo que realmente se necesita. Generar políticas públicas que fomenten de manera consciente dicha participación, políticas con enfoque de género, la alternancia y la lista cerrada pueden ser garantías, pero realmente lo que se necesita es formar y apoyar a las mujeres que quieran ocupar estos espacios de representación. Así lograremos realmente la tan mencionada equidad, con una verdadera y significativa representación.

El liderazgo, la elocuencia, la firmeza y la empatía con los más vulnerables han sido características comunes entre las mujeres que han hecho historia en la vida política.

Es como una carrera en donde no todos salen al mismo tiempo y, aparte, se encuentran con varios obstáculos.

Andrea Sepúlveda
Comunicadora social de la Fundación Universitaria Horizonte, Tecnóloga en trabajo social egresada de La Cun y docente de lengua castellana, con enfoque en participación ciudadana.

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