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¡Petro!, ¿qué hacer un día después de la revolución?

Por: Rafael Ballén. Profesor investigador y escritor. Ph.D en derecho público.

El pasado lunes 20 de junio, Gustavo Petro y Francia Márquez amanecieron convertidos en la pareja presidencial: «uno y una». Es el sueño de los dos, desde el día que tuvieron conciencia de la injusticia y de la exclusión, hecho realidad. Toda una vida acariciando esa ilusión.

Sin embargo, Petro y Francia, no son los únicos que soñaron y esperaron este momento. Detrás de cada uno de los once millones doscientos ochenta mil votantes de esta fórmula hay una historia de dolor, de resistencia y de sueños. Mi hijo Rodrigo —trillizo de 43 años— me llamó anegado en lágrimas para felicitarme, como si el elegido hubiese sido yo.

En este proceso unos soñamos toda la vida, otros una década, unos terceros un año o un mes, y finalmente, otros fueron persuadidos por el discurso de Petro, y al ver las plazas llenas, quisieron estar al lado vencedor.

Cualquiera que haya sido el tiempo vivido por los soñadores, lo ocurrido el domingo 19 de junio, no fue la realización de un sueño sino haber alcanzado lo imposible. En cualquier lugar de América y del mundo esto era verosímil, en Colombia era un mito, una utopía. Que la izquierda llegara al poder ¡«jamás»!, decían los de aquí y los de allá.

Hasta el último momento la trama que constituye el establecimiento en Colombia —alta burocracia, capital, medios, armas legales e ilegales—, hicieron hasta lo imposible para impedir que ese sueño se hiciera realidad. Muchos, para demostrarse a sí mismos su mezquindad, su rencor y su odio, en los meses previos a las elecciones, dijeron: «Yo ya he puesto parte de mi plata afuera y tengo los pasaportes y las maletas listas para irme, si Petro es presidente».

Por eso, lo acaecido el domingo 19 fue una revolución, es decir, una transformación profunda de las instituciones fundamentales del Estado y de la sociedad, una ruptura con el pasado y un anhelo incontenible de progreso y bienestar. Sobre el tema, el DRAE trae dos acepciones: «Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional». «Levantamiento o sublevación popular».

Se supondría que los sectores excluidos de todos sus derechos arremetieron violentamente contra las estructuras sociales y políticas consolidadas en el poder. Pero fue todo lo contrario: un proceso sostenido de 212 años, en el que el Estado se levantó contra el pueblo, y este resistió hasta inmolarse. Fue una revolución sui generis. No para quebrantar la Constitución, sino para todo lo contrario: para que se cumpla lo declarado allí.

Un testimonio del levantamiento del gobierno Duque contra su pueblo, fue la irrupción de la madre de Dilan Cruz, Jenny Alejandra Medina, en la mitad del discurso de Petro, mostrando la foto de su hijo asesinado por un oficial de la policía.

Petro no esperó un día para responder el interrogante de esta nota. Esa misma noche del 19 de junio, en el discurso de la victoria, dio puntadas importantes. «Vamos a desarrollar el capitalismo no porque lo adoremos, sino porque tenemos que superar la premodernidad, el feudalismo», fue quizá la más orientadora. Aparte de lo dicho en esa alocución, habría que agregar que Petro debe cuidarse de la lisonja, gobernar desde el primer momento como si fuera el último día de su cuatrienio, vigilarse a sí mismo y a su gobierno como si fuera su propio auditor y fiscal, ser consciente de que no puede fallar, porque a Colombia, desde hoy, la están mirando todos los soñadores de Nuestra América y del mundo.

Este acontecimiento histórico, mágico y casi inalcanzable, en un país cuyo pueblo ha sido víctima del más cruel y profuso derramamiento de sangre del continente, se convierte en una luz de esperanza para todos los excluidos y humillados de la Tierra.

Lo ocurrido el domingo 19 de junio, no fue la realización de un sueño sino haber alcanzado lo imposible.

Rafael Antonio Ballén Molina
Profesor, investigador y escritor colombiano, con doctorado en Derecho Público por la Universidad de Zaragoza.

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