Un cerro que ha sido símbolo espiritual, mirador de ciudad y postal permanente de Bogotá, hoy también existe en el mundo digital. Monserrate, con su basílica, senderos, funicular y viacrucis, fue recreado de forma íntegra en Minecraft por Andrés Felipe León Jácome, un joven que pasó tres años construyendo este paisaje con bloques virtuales. El resultado no es un simple juego: es un homenaje pixelado a la memoria colectiva y al arraigo cultural. En tiempos donde lo digital parece pasajero, esta obra demuestra lo contrario.
Cuando Andrés Felipe encendió su celular para empezar a construir Monserrate en Minecraft, no tenía certeza del tiempo que le tomaría. Lo que sí sabía era que necesitaba hacerlo con cuidado, con amor, con ese respeto que se guarda para lo sagrado. Porque Monserrate, más allá de su altura o su historia, es también un símbolo emocional para quienes habitan o han habitado Bogotá.
León reprodujo cada detalle: la imponente basílica del Señor Caído, los jardines, los caminos empedrados del viacrucis, las estaciones del teleférico y del funicular. Todo está ahí, bloque por bloque, como si el cerro hubiera sido trasplantado a otra dimensión. Una que no sustituye a la real, pero que permite volver a caminarla, a conocerla, a recordarla.
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Minecraft, el videojuego que ha dado lugar a castillos medievales, ciudades futuristas y mundos imaginarios, fue aquí el escenario para reconstruir una geografía íntima. No se trata solo de una proeza técnica: es una forma de resistencia cultural en medio del vértigo digital. Un acto de permanencia.
Monserrate, por su parte, no necesita presentación. Ubicado a más de tres mil metros de altura, vigila a Bogotá desde el oriente y ha sido punto de peregrinación, contemplación y encuentro.
Este tipo de creaciones invitan a preguntarse cómo se heredan los símbolos. Y, tal vez, también responden: se heredan con memoria, con tiempo y con un deseo profundo de no olvidar lo que nos une.
El resultado no es un simple juego: es un homenaje pixelado a la memoria colectiva y al arraigo cultural.
En tiempos donde lo digital parece pasajero,
esta obra demuestra lo contrario.