Los efectos del cambio climático ya no son un anuncio lejano ni una predicción para las próximas generaciones. En Colombia, las alteraciones del clima, la pérdida de fuentes hídricas y la degradación del suelo son fenómenos que afectan la vida diaria. Cada vez se vuelve más evidente la necesidad de que los municipios asuman una responsabilidad directa frente a la protección ambiental. Y en ese contexto, los procesos de reforestación han pasado de ser un simple gesto simbólico a convertirse en acciones profundas de restauración ecológica y social.
Reforestación en Zipaquirá:
En Zipaquirá, Empresas Públicas del municipio (EPZ) viene desarrollando un programa que busca ir más allá de sembrar árboles. La coordinadora de los gestores ambientales, Erika Cubides, explicó en entrevista con Extrategia Medios que se trata de una apuesta por recuperar el vínculo entre la ciudadanía y la tierra, promoviendo una verdadera corresponsabilidad. “Solo se cuida lo que se conoce”, afirma, y en esa línea, el componente educativo se vuelve central.
Uno de los focos del programa es el Páramo de Guerrero, una zona entre los 3.400 y 3.500 metros de altura donde ya se han sembrado 3.000 árboles nativos, con la meta de alcanzar los 7.500. Estas especies (como siete cueros, cedros y laureles) fueron seleccionadas por su aporte a la retención de agua, fijación de carbono y recuperación del suelo. Más allá del aspecto técnico, el proyecto incluye jornadas en las que participan estudiantes, voluntarios, miembros del Ejército Nacional y habitantes del territorio salinero, quienes no solo siembran, sino que aprenden sobre los ecosistemas estratégicos.
A nivel urbano, el programa también ha centrado esfuerzos en Casa Blanca (Barrio Salinas), un predio a la entrada de Zipaquirá que solía estar cubierto por eucaliptos. Aunque visualmente atractivo, el lugar representaba serios riesgos por tratarse de una especie exótica, envejecida y con impacto negativo sobre el suelo. Fueron talados 98 árboles, y en su lugar ya se han sembrado 500 individuos de especies nativas, en un proceso que incluyó recuperación del suelo, mejora en las condiciones de seguridad y articulación con entidades como la Policía Nacional y la Secretaría de Rural y de Ambiente.
Medioambiente en Zipaquirá:
Cubides destaca que sembrar árboles es solo el inicio. Las labores posteriores (como el abonado y seguimiento) son igual de importantes. De hecho, EPZ está transformando los residuos orgánicos del municipio en compost, el cual se utiliza para enriquecer los suelos reforestados. Esto hace parte de una estrategia más amplia de economía circular que ya involucra a cientos de hogares en la separación y disposición adecuada de residuos.
En espacios como la quebrada El Amoladero, también se están realizando limpiezas y actividades pedagógicas, especialmente con estudiantes, para fomentar una cultura de cuidado del agua. Según EPZ, el trabajo ambiental no puede recaer solo en las instituciones; requiere la acción directa de la comunidad. “No hay un afuera en la naturaleza”, señala Cubides, al referirse a la importancia de pensar en el impacto de cada acción cotidiana.
Zipaquirá no está simplemente plantando árboles.
Está reconstruyendo una relación colectiva con el territorio, una que reconozca el valor de lo local, de lo propio, y que se sostenga con participación constante.
Los retos son amplios, pero la ruta está trazada.