Nuestra Señora del Carmen de Apicalá: una tradición cargada de milagros
A unos 128 kms de Bogotá, en medio de un paisaje increíble y con las bondades del clima cálido, se encuentra el bello municipio de Carmen de Apicalá, paraíso natural visitado por miles de turistas que encuentran en su territorio, el lugar ideal para el descanso, la recreación, el disfrute de la naturaleza, pero ante todo, para encontrarse con una bella tradición religiosa de algo más de dos siglos, que convierte a esta población, en el destino preferido del departamento del Tolima.
Allí se encuentra el imponente Santuario Diocesano que custodia la imagen de Nuestra Señora del Carmen, bellísima manufactura, elaborada en un árbol de cacao, cuyo escultor apareció de la nada y misteriosamente se esfumó. La Virgen, que sobrevivió a tres incendios, un derrumbe, un vendaval y milagrosamente permaneció intacta en su altar, continúa prodigando favores y prodigios cada día entre sus devotos. En su honor, muchos pobladores llevan el nombre de Carmen y hasta negocios y establecimientos son bautizados con el nombre de la «Morenita», que tantos favores y milagros ha prodigado.
Es la fascinante historia, que hoy Recorridos Sabana, comparte con todos sus amables lectores.
Carmen de Apicalá, el municipio que perteneció a tres departamentos
Cuenta la historia que los primeros pobladores de este territorio, fueron los indios Jaguos, que pertenecían a la tribu de los Panches, reconocidos por ser temibles guerreros y antropófagos. Hacia el año 1545, el conquistador español Hernán Pérez de Quesada, quien andaba buscando El Dorado, en encuentra con este poblado indígena. Lo que fue un pequeño caserío, fue creciendo y adquiriendo importancia en la región.
Pero es hasta 1828, que se registra su fundación oficial, por parte de Felix José Liévano y José María Pabón, propietarios de la Hacienda Guarumal, que al reunirse con algunos vecinos, deciden ceder algunos terrenos para la construcción de un caserío que se segregara de la parroquia de Melgar y constituirse en parroquia aparte. La fecha de fundación se da entonces el 16 de julio de 1828, con la celebración de la primera misa y la imposición del nombre Carmen de Apicalá, en honor a Nuestra Señora del Monte Carmelo, cuya fiesta se conmemoraba ese día. Apicalá era el nombre indígena que recibía ese territorio y traducía “Sol naciente del Oriente”.
Entre 1810 y 1819, el territorio pertenecía a la Provincia de Neiva. Posteriormente, cuando existió la Gran Colombia, perteneció al Departamento de Cundinamarca hasta 1855, cuando a través de la ley 24 los municipios de Cunday, Carmen, Melgar y Santa Rosa, que hacían parte de Tocaima, pasaron a formar parte del denominado Departamento del Centro. En 1857 vuelve a pertenecer al Departamento de Cundinamarca y en 1861 regresa al recién creado Departamento Soberano del Tolima. En 1908 es agregado al Departamento de Girardot (Cundinamarca) y luego al Distrito Capital, para ser devuelto nuevamente al Departamento del Tolima en 1910.
El municipio de Carmen de Apicalá ubicado al oriente del Departamento del Tolima, limita al norte con el municipio de Melgar y con el Departamento de Cundinamarca, al sur con el municipio de Cunday, al oriente con Melgar y Cunday, al occidente con el municipio de Suárez.
Su economía se basa en agricultura con productos de importancia como el mango, la papaya, cítricos y otros de menor cuantía como yuca, ahuyama y maíz. Así mismo, sectores importantes de la economía lo constituyen el turismo y la construcción, por la presencia de grandes y costosos condominios.
Su clima agradable de 27°C la convierte en un territorio muy atractivo. Su altitud es de 328 m.s.n.m y dista 105 kms de la ciudad de Ibagué, capital del Tolima.
La extraña procedencia de la Virgen “Morenita” del Carmen
Desde el momento de su fundación, Carmen de Apicalá se caracterizó por ser un pueblo muy devoto de la Virgen en su advocación del Monte Carmelo. Sus habitantes, anhelaban en esa época, tener una imagen propia, fabricada en madera y que reflejara ese amor que ellos le tenían. Corría el año 1828, cuando un buen día, se presenta en el pueblo un peregrino que curiosamente se ofrece a modelar la imagen que desean, a cambio tan solo de comida y un lugar donde dormir.
Los pobladores que no salían del asombro, aceptaron el ofrecimiento y acomodaron al extraño huésped. Le dejaron en claro que la imagen debía ser de la Virgen del Carmen, patrona del pueblo, y que tanto el rostro de ella, como el niño, debían ser en madera. Si la imagen gozaba de la aceptación de los pobladores, le pagarían 10 jornales, aparte de lo ya pactado. Tanto el peregrino, como la gente, aceptaron las condiciones.
Terminada la obra, el peregrino acudió al comité que debía recibir la imagen. Era un día domingo y algo curioso sucedió. No había párroco que convocara a la gente, tampoco era día de mercado y sin realizar invitación alguna, la plaza se llenó de gente tan solo con el toque de un redoblante, apostados frente al lugar de habitación de aquel misterioso artista.
La expectativa era inmensa. El artista abrió la puerta y sobre un armazón especial donde se realizó la obra, descubrió una imagen de la Virgen del Carmen, tallada en madera de árbol de cacao, con un vestido muy sencillo, su escapulario y cubierta con un velo, ante la mirada atónita de los pobladores.
Todas las personas que se hallaban agolpadas en aquel lugar, tocados por un misticismo inexplicable, al ver la imagen cayeron de rodillas y en coro recitaron la Salve. Al terminar esa plegaria, a una voz, el pueblo aclamó jubilosamente al artista, quien de manera sorprendente desapareció. Aunque acordaron recompensarlo generosamente por tan hermosa obra, nunca nadie lo encontró, ni supo de su paradero. Tan extraña como fue su aparición, así mismo fue su partida. Ante tan asombroso acontecimiento, que no tiene explicación alguna, la tradición apunta a que el autor de tan bellísima imagen pudo haber sido un ángel o el mismo San José, por tratarse de una obra en madera.
La amable y tierna sonrisa de Nuestra Señora
La milagrosa y providencial imagen de Nuestra Señora del Carmen de Apicalá, tiene las siguientes características: se trata de una figura de tamaño natural, elaborada en madera de cacao, lo que explica el tono trigueño de sus facciones. En el rostro apreciamos unos ojos negros, muy vivos y dulces, así como su sonrisa que transmite un amor y una ternura incomparables, rasgos que atraen poderosamente la atención de los fieles que la veneran.
Sobre su brazo izquierdo, se encuentra la imagen del Niño Jesús, de similares características, quien en su rostro dibuja una infantil sonrisa y sostiene en su mano izquierda un cetro dorado y un escapulario. Sobre su cabeza se halla una corona dorada.
Nuestra Señora luce un ajuar, acorde a la tradición carmelita, compuesto por una túnica, escapulario (estolón que cae sobre la parte frontal a partir del cuello hasta las extremidades inferiores), una capa y un velo sobre su cabeza. En su mano derecha porta un cetro dorado y un escapulario. Ciñe su sien, una hermosa corona, complementada por una aureola en la parte posterior de la cabeza.
El vestuario de las imágenes, de la Virgen y del Niño, se cambia con alguna frecuencia y como ha sido tradición desde el momento de su aparición, ha sido fruto de la donación de sus fieles devotos. Sobre el pecho de Nuestra Señora, se halla el Corazón Inmaculado de María elaborado en plata.
Los archivos parroquiales describen la imagen de una manera muy emotiva: “La hermosura de Nuestra Señora del Carmelo no es humana sino divina. Es un tipo nuevo, una belleza desconocida; es un rostro de virgen algo ideal, con gravedad de madre; tiene la paz, la dignidad y la sonrisa del cielo. Es una gran Señora. Pero con tal ostentación de bondad y de ternura maternal, que el devoto se sienta penetrado de respeto, confianza y amor para depositar en el seno de esa Clemente Señora y piadosa Madre, todas sus necesidades y decirle cuanto la ama. Está de pie con el niño Jesús en el brazo izquierdo, extendiendo el derecho, invitando a todos los mortales a que acudan a Ella para derramar sobre todos, abundantes gracias”
La Virgen del Carmen coronada como Patrona del Tolima
En el año de 1942, la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Carmen de Apicalá, emprendió su viaje hacia la ciudad de Ibagué, para la ceremonia de su coronación. En su recorrido visitó por el sur Natagaima, por el norte Honda y La Dorada, de ahí se dirigió a Manzanares y Marquetalia hasta Montebonito y Páramo de Letras para llegar finalmente a Ibagué.
Su arribo a la capital del Tolima, estuvo marcado por la presencia de miles de devotos que la acompañaron. Más de 15.000 peregrinos se congregaron en la Plaza de Bolívar para la ceremonia de coronación que estuvo presidida por los Arzobispos de Popayán, Medellín y Cartagena, los obispos de Tunja y Santa Rosa de Osos así como sacerdotes del clero diocesano.
La coronación, ordenada por el Papa Pío XII estuvo a cargo de Monseñor Pedro María Rodríguez Andrade, obispo de Ibagué, quien pronunció una bellísima plegaria en ese momento. La muchedumbre en ese instante exclamó un “Viva María” tan fuerte que aún muchos lo guardan en su mente y sus recuerdos.
Ese 16 de julio de 1942, la Virgen del Carmen de Apicalá, fue coronada no sólo como Reina del Tolima, sino como Patrona y Reina de la Provincia Eclesiástica de Ibagué, que comprende: Arquidiócesis de Ibagué, Diócesis de Neiva, Diócesis de Florencia, Diócesis de Líbano Honda, Diócesis de Espinal, Diócesis de Garzón y el Vicariato Apostólico de San Vicente Puerto Leguízamo.
El Santuario y sus antecedentes
Como vimos, el origen del pueblo se da desde el año 1827 cuando empieza a formarse un caserío que poco a poco se va alimentando de población trabajadora de las haciendas y también de personas provenientes de municipios como Villarrica, Cunday, Purificación, Guamo y Saldaña, desplazados por la guerra. Poco a poco fue tomando carácter de municipio y en 1828 se da su fundación, con la bendición de su primera capilla el 16 de julio.
Fue un templo demasiado humilde. Se trataba de una enramada cubierta con palma, que no duró mucho, ya que en 1830, un incendio la consumió en su totalidad. Milagrosamente, la imagen de la Virgen quedó intacta.
Para 1834, también el 16 de julio, se bendice la segunda capilla, que para ese momento había sido erigida como parroquia por el Arzobispo de Bogotá. Pero la noche del 13 de octubre de 1854, un voraz incendio arrasa de nuevo con este templo. Nada se salvó, todo quedó reducido a cenizas. Los lugareños, en especial don Juan Díaz, trataron de salvar varias imágenes, pero ninguna cupo por la única ventana que permitió el acceso al lugar, tan sólo y de manera providencial, la de Nuestra Señora del Carmen, que por segunda vez estaba a salvo.
Se reedifica el templo y el 14 de julio de 1860 es consagrado. Pero en 1887, el de agosto, un fuerte ciclón arrancó de tajo el techo de esta tercera capilla. El párroco no se hallaba en el lugar, por lo que el sacristán Francisco Granados, al percatarse de lo sucedido, corre a retirar el Santísimo del templo para resguardarlo en la Casa Cural. Al llegar al altar, que improvisó, escuchó el fuerte estruendo que produjo el derrumbamiento de la culata y pared del templo. Con asombro las gentes del pueblo vieron algo increíble. En medio de las ruinas del templo, estaba de pie, sin ninguna afectación, la imagen de su santa patrona, la Virgen del Carmen. En ese mismo año se construye la cuarta capilla.
En 1889, atendiendo las sugerencias y disposiciones de la iglesia arquidiocesana de Bogotá, se bendice la primera piedra de un quinto templo, que debía gozar de una mejor construcción que evitara precisamente todos esos inconvenientes sucedidos.
En 1901 un hecho lamentable sucede en Carmen de Apicalá. Por manos criminales, fue provocado un incendio en una casa de la plaza principal, que rápidamente ese propagó arrasando gran parte del pueblo, incluyendo claro la iglesia. Como era de esperarse, nuevamente la mano de Dios salvó a la imagen de Nuestra Señora, que apareció sin afectación alguna. Era el tercer incendio del que se salvaba la imagen.
En 1904 el entonces obispo de Ibagué monseñor Ismael Perdomo, ordenó la construcción del nuevo templo, para el cual se destinaron recursos y ayudas provenientes de los cientos de fieles de la Virgen del Carmen. Debía ser un templo de mejor condición, que albergara a los cientos de peregrinos que acudían atraídos no solo por esas historias maravillosas, sino por la cantidad de favores y milagros que Nuestra Señora prodigó en favor de estos devotos. Su consagración se efectuó el 15 de julio de 1929.
Pero es el 1948, cuando inicia la construcción del actual santuario, una imponente obra que tardó varios años en su edificación y terminación. El inicio de la obra se debe al padre Juan Crisóstomo Gil quien bendijo la primera piedra. La obra la continuó el padre Jesús Antonio Méndez Espinosa, quien adelanta la obra negra del templo, casa parroquial, un colegio parroquial, posada para peregrinos y casa para una comunidad religiosa.
Seguidamente, el padre Luis Elías Orjuela se encargó de la decoración del templo y de la construcción del camarín, usando finos mármoles de Payande (Tolima), coloridos vitrales y un hermoso altar que acoge a Nuestra Señora. Adecuó el acceso de los peregrinos al camarín y además fortificó el frontis del templo.
Este hermoso templo fue declarado Santuario Diocesano el 15 de agosto de 1991, con todos los privilegios y derechos propios, otorgados por la legislación canónica. Tanto el Santuario como la parroquia hacen parte de la Diócesis de Espinal.
Santuario de Carmen de Apicalá, una joya de la arquitectura religiosa
El hermoso Santuario de Nuestra señora del Carmen de Apicalá, arquitectónicamente presenta un estilo greco-romano con detalles románicos, dóricos y jónicos.
El frontis del templo, de estilo románico y greco – romano, está recubierto en piedra laja de Payande. Consta de tres entradas, con una puerta principal dominada por un arco de medio punto que descansa sobre dos columnas. En la parte superior de la portada, se observa un rosetón.
El interior del Santuario está conformado por tres naves, separadas por un juego de columnas de estilo dórico, revestidas en mármol amarillo. En los capiteles se observan detalles recubiertos en mármol negro.
En la parte superior, donde se encuentra la bóveda que domina toda la nave central, se halla un buen número de óculos o ventanas en forma circular, que permiten el paso de luz natural el templo. La nave central remata en el altar mayor y en el camarín de Nuestra Señora. Las naves laterales contienen el Sagrario, el viacrucis y algunas imágenes sagradas. Su composición en la bóveda, al igual que la nave central, está conformada por arcos de medio punto y columnas.
Al camarín, se ingresa por un pasadizo que se halla en la parte externa del templo, formado por dos vías, una de ingreso y una de salida. La base y dosel del altar de Nuestra Señora, está fabricado en mármol y la urna de la Virgen en cristal. Complementa el conjunto, 4 vitrales con los momentos más importantes en la vida de la Virgen María: La Anunciación, el Nacimiento, el Calvario y la Asunción.
Fiesta patronal, una tradición tan antigua como la imagen
La fiesta patronal de Nuestra Señora del Carmen de Apicalá, es una tradición con casi dos siglos de existencia, que congrega a miles de peregrinos, no solo del municipio y la región, sino también procedentes de diferentes puntos de la geografía nacional.
Es una fiesta caracterizada por alboradas populares, festividades religiosas, reinado departamental de la paz, la cultura y el turismo, festival equino, corridas de toros y cabalgata.
La mitad del mes de julio de cada año, se engalana con las celebraciones religiosas que comprenden la novena, las celebraciones litúrgicas solemnes el 16 de julio, las expresiones de piedad popular como las procesiones con la imagen de Nuestra Señora y un derroche de fervor inigualable, que hacen de Carmen de Apicalá, el destino de turismo religioso, en torno a la tradición carmelita, más importante del todo el país.
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¿A qué hora puedo asistir a misa en el santuario?
Cuando se encuentre en Carmen de Apicalá, podrá asistir a la Eucaristía en los siguientes horarios:
Lunes: 7:00 a.m., 5:00 p.m. (cementerio), 7:00 p.m.
Miércoles a Viernes: 7:00 a.m., 11:00 a.m., 7:00 p.m.
Sábado: 7:00 a.m., 9:00 a.m., 11:00 a.m., 5:00 p.m., 7:00 p.m.
Domingo: 7:00 a.m., 9:00 a.m., 11:00 a.m., 5:00 p.m., 7:00 p.m.
Domingo de puente festivo: cada hora entre las 7:00 a.m. y la 1:00 p.m.
Lunes Festivo: 7:00 a.m., 9:00 a.m., 11:00 a.m., 7:00 p.m.
Es una bella tradición allí en Carmen de Apicalá, bendecir los vehículos, lo que podrá lograr después de cada misa.
Para tener en cuenta:
Distancia desde Bogotá: 128 kms
Distancia desde Zipaquirá: 170 kms
Altitud: 328 m.s.n.m.
Temperatura: 27°C
Superficie total: 183 kms2
Fiesta patronal: 16 de julio
La hermosura de Nuestra Señora del Carmelo no es humana sino divina. Es un tipo nuevo, una belleza desconocida; es un rostro de virgen algo ideal, con gravedad de madre; tiene la paz, la dignidad y la sonrisa del cielo.
Fotografías: Tomadas de las redes sociales del Santuario Diocesano de Nuestra Señora del Carmen de Apicalá y de la Alcaldía Municipal de Carmen de Apicalá