Por: David Ricardo Baracaldo Vélez.

La realidad actual es la absoluta polarización entre el gobierno actuante y la denominada oposición, circunstancia que divide al país en dos, y puede conducirnos a la confrontación y por lo mismo. La cotidianidad nos exige como ciudadanos respetar las personas e ideas de los demás, cuidar la institucionalidad en todos los órdenes económicos y sociales, permitirnos el amplio debate de ideas y propuestas.

El cambio no es arrasar, desconocer e ignorar la organización social y política de la República, es coincidir y concertar las necesarias y urgentes reformas que requiere el país en lo social, económico y político, pues desconocerlas no es otra cosa que el fracaso una sociedad, hoy sin duda permeada por el narcotráfico, la cultura del dinero fácil y sin trabajar, y desde luego, la corrupción en todos los escenarios sociales. Es lo ideal y responsable, pero la realidad, es el demonio del apasionamiento, la fuerza y la confrontación en todos los niveles de la sociedad desconociendo como ciudadanos la igualdad de derechos y el cumplimiento de deberes y las obligaciones.

Estos ideales por cierto, ceden y no interesan al “grueso” de la sociedad, no venden ante los medios de comunicación y las redes sociales, son inapreciables ante los fines ocultos de quienes han traspasado los límites de la legalidad y peor aún, cuando a lo largo y ancho de la patria se alista la “clientela” para participar en el debate electoral de octubre del presente año buscando continuar en la mayoría de los departamentos y municipios del país el gobierno (o desgobierno?) de la incapacidad, la banalidad, la gestión por redes sociales e incluso, el amparo a la corrupción y hasta en veces, se advierte la revancha personal y política desde la injuria y la calumnia. En suma, una sociedad enferma.

Zipaquirá desde luego no es la excepción, por el contrario, es el fiel reflejo de tal descripción, así que natales y residentes estamos con la obligación de elegir bien, votar por concejales preparados, decentes, competentes que entiendan sus obligaciones con la ciudad. Elegir un alcalde o alcaldesa competente, formado(a) académicamente, con experiencia administrativa y laboral comprobada en el nivel nacional, regional y municipal, una persona que conozca la ciudad y le quepa en la cabeza, sin promesas, cuál lista de mercado, y con indeclinable compromiso de gobernar para todos, con apego en la ley y con funcionarios capaces, preparados y ante todo honestos, y, además, no más administración desde las redes sociales.

Desde luego, quienes en oportunidad sometimos nuestro nombre a la ciudad sabemos lo difícil que es exponer la vida pública y privada al servicio de una ciudad plagada de necesidades y frustraciones y por ello, ese demonio hay que espantarlo para derrotar el pan y circo en que se convierten las campañas y en democracia y debate franco y serio, acompañar una propuesta del candidato(a) que cumpla tales condiciones y garanticen el disenso, el control político y la oposición legítima, esa que debió hacer el segundo en votos en la campaña pasada al actual alcalde, pero se relegó con todo respeto lo digo, en la superficialidad. Es claro entonces que en el ideal atrás expuesto a nuestro juicio y de muchos más, la ingeniera Nidya Corredor tiene mucho que contar y plantear para en verdad copar las expectativas para el verdadero y necesario desarrollo económico y social de la Villa de la Sal, estamos entonces pendientes. No se puede tampoco olvidar que al próximo alcalde (sa) le corresponde gobernar con dos presidentes de la república distintos.

“Quienes en oportunidad sometimos nuestro nombre a la ciudad sabemos lo difícil que es exponer la vida pública y privada al servicio de una ciudad plagada de necesidades y frustraciones”.

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