
Cada 3 de mayo, miles de personas celebran la Cruz de Mayo. Lo que muchos creen que es solo una costumbre heredada o una excusa para reunirse en comunidad, tiene un trasfondo que mezcla religión, sincretismo y tradiciones populares. La cruz, símbolo central del cristianismo, fue resignificada en América Latina a través de la oralidad, la música, la fiesta y la fe. Entender su origen permite valorar más su permanencia y transformación en distintos territorios.
La raíz cristiana del 3 de mayo:
La celebración de la Cruz de Mayo tiene un origen ligado a la historia cristiana. Según la tradición, en el año 326, Santa Elena —madre del emperador Constantino— viajó a Jerusalén y encontró la cruz en la que fue crucificado Jesucristo. Este hallazgo se convirtió en motivo de veneración, especialmente en el calendario litúrgico del 3 de mayo, día que la Iglesia Católica, durante siglos, reservó para celebrar la “Invención de la Santa Cruz”. Aunque esta fecha fue retirada del calendario romano en 1960, en muchos pueblos sigue viva gracias a la devoción popular y al vínculo con el territorio.
Cuando la cruz llegó a América:
Durante la colonización, los misioneros utilizaron la cruz como símbolo pedagógico en su labor evangelizadora. En lugares donde no se hablaba español, y donde las religiones ancestrales tenían otros dioses y símbolos, la cruz fue implantada como un signo universal. En América Latina, no tardó en mezclarse con prácticas indígenas y afrodescendientes. A la cruz cristiana se le sumaron flores, cantos, bailes y ofrendas, convirtiéndola en una figura no solo religiosa, sino también cultural y comunitaria.
Una celebración que cambia de rostro según el lugar:
En regiones de Venezuela, Colombia, México, Chile y Perú, la Cruz de Mayo tiene matices propios. En Venezuela, se celebra con parrandas y cantos que varían según cada estado. En Córdoba (España), se organizan concursos donde las cruces se decoran con flores, mantones y objetos antiguos. En algunos pueblos colombianos, todavía se acostumbra levantar la cruz en el campo para pedir buenas cosechas. Cada lugar la adapta a su historia, a su clima, a su gente.
Aunque en algunas ciudades la tradición se ha debilitado, en muchos lugares aún se mantiene como un momento de reunión, agradecimiento y herencia.
La Cruz de Mayo sobrevive gracias a la fuerza de las comunidades que la reinventan sin perder su esencia.
Foto portada: Imagen de referencia, tomada de Flickr. Autoría: Catalina Gracia Saavedra.