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Pablo Escobar construyó un imperio criminal que movía cifras astronómicas cada semana. Sin embargo, su fortuna se enfrentó a un enemigo que nadie vio venir: las ratas. En una paradoja del narcotráfico, estos roedores devoraron millones de dólares en efectivo, un golpe que ni las agencias antidrogas de Estados Unidos pudieron lograr.

A finales de los años 80, el negocio del Cartel de Medellín generaba cantidades incontrolables de dinero. La logística bancaria no podía procesar tanto efectivo y Escobar necesitaba un lugar seguro para almacenar sus billetes. Su hermano, Roberto Escobar, decidió que la solución estaba en comprar casas y llenarlas con fajos de dólares. Pero la estrategia tenía un problema: la naturaleza no distingue entre un trozo de papel común y un billete de 100 dólares.

La humedad destruyó parte del dinero, pero lo peor llegó con las ratas. Atraídas por la seguridad y el calor de los escondites, comenzaron a morder y roer los billetes, causando pérdidas de aproximadamente 42 millones de dólares cada mes. Sumando los daños de la humedad y otros factores, la cifra subía hasta 72 millones de dólares mensuales. Para el Cartel, esto se volvió un costo inevitable de sus operaciones.

Foto: Graffiti con Pablo Escobar en su propio barrio de Medellín. Tomada de https://depositphotos.com/es/

 

Roberto Escobar implementó una política de «pérdida asumida», considerando que el 10% del dinero almacenado simplemente se desvanecería. No era la DEA, no era la Policía colombiana ni los gobiernos extranjeros los que estaban desmantelando la fortuna del Cartel, sino unos roedores que encontraron en los fajos de billetes un refugio y un banquete.

La historia dejó una lección curiosa: el dinero puede comprar poder, pero no siempre soluciona problemas. Y en el caso de Escobar, ni siquiera su vasto imperio pudo evitar que la naturaleza hiciera lo suyo.

Paradójicamente, las ratas lograron lo que ni las más grandes operaciones antidrogas pudieron conseguir.

Manuela Vargas
Periodista y redactora Extrategia Medios.

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