-Toda historia es ficción – afirman algunos historiadores. Cierto es también que somos el resultado de dichas invenciones, incluso usted, lector o lectora, y yo, somos relatos, hasta nuestra propia vida es un conjunto de narrativas. Permítanme contarles la siguiente historia, precisamente llena de relatos que me encontré en un libro de hace más de cuatro siglos y que tiene que ver con Cipaquirá, sí, con c, pueblo donde nací y lugar que me inspira a escribir.
No vengo a hablarles de un español que vino a evangelizar indígenas, ni tampoco de ese mismo español que llegó a la sabana Cundiboyacense en 1537 con la promesa de encontrar el dorado. Tampoco quiero hablarles de invasores, ni conquistas. Mi interés es otro. Vengo a relatarles la historia de un español que vino desde Sevilla con la Hueste de Gonzalo Jiménez de Quesada. La historia es sobre un escritor, un cronista y relator de historias, que, seguramente fue el primero en escribir sobre Cipaquirá. Y es que, ¿qué sería de la existencia humana sin los narradores de lo que una vez fue presente? ¿qué sería de las sociedades sin los escribanos que, inspirados algunos por dios, otros por el sufrimiento, y otros por musas, nos dieron la posibilidad de interpretar el mundo desde sus libros? ¿acaso no son los textos la base de las religiones, como, por ejemplo, la católica, apostólica, romana? ¿acaso no son las palabras el sustento de creencias y tradiciones, como, por ejemplo, quienes relataron la vida de Jesús, Sócrates, Cleopatra o Alejandro Magno? Por supuesto que vinieron españoles que con intenciones soberbias hicieron todo mal posible. Otros, vinieron por mandato divino y evangelizaron. Pero, hubo otros que vinieron con pluma y papiros y escribieron sobre las comunidades que habitaron este territorio. Permítanme hablarles de uno de ellos. Fue el primero, hasta ahora registrado, en escribir la palabra Cipaquirá, con C, y en describir un suceso en el pueblo de los panes de sal. Su nombre es Juan de Castellanos.
El texto en cuestión se escribió entre 1589 y 1592, es decir, una década antes del acta de fundación de Cipaquirá, (También escrita con c), que data del 18 de julio del año 1.600 a cargo del oidor y escribano Luis Enríquez. Antes de esas fechas, estimado lector, no existe registro de Zipaquirá con z y no hay causa para haberlo. Sucede igual cuando por ejemplo decimos “la independencia de Colombia”, es equívoco y ambiguo, pues para el 20 de julio de 1810 no había ninguna nación llamada Colombia y el mapa fronterizo e interno del país no era como lo es actualmente. Sin embargo, esta fecha tiene una gran carga simbólica innegable que abrió la puerta hacía la independencia. Y el texto de Juan de Castellanos también tiene un enorme e importante simbolismo, pues seguramente fue la primera vez que alguien escribió sobre Cipaquirá, pues recuerden que él llegó con la hueste de Quesada, la primera en pisar territorio de lo que hoy llamamos tierras cundiboyacenses en 1537.
Libros sobre la historia de lo que hoy es Cipaquirá hay pocos, muy pocos, y registros arqueológicos, ni se diga, casi nada. No porque no puedan existir, sino porque a nadie le ha interesado hacer arqueología aquí. Sin embargo, existen varios textos escritos desde el s. XVI hasta el s. XX que encontré llenos de polvo. Libros de cronistas como Lucas F. Piedrahita, (s. XVII), historiadores como, Roberto María Tisnés, (s. XX), y Luis Orjuela (s. XX) también al oidor Luis Enríquez (s. XVII) y al más antiguo; Juan de Castellanos, de quien les hablo, (s. XVI), todos nombran acontecimientos del pueblo de las minas y los panes de sal. Los leí con muchas intenciones, pero este articulo hablará únicamente de una de ellas; el contexto y el origen de la palabra Zipaquirá, o más bien, Cipaquirá.
Su origen y contexto proviene de un escrito que se titula; “Canto Tercero; en el cual se trata cómo saliendo los españoles de Cipaquirá, les acometieron como quinientos o seiscientos indios con gran furia, y lo que más sucedió hasta llegar al cercado y aposentos del Bogotá”. Este título pertenece a un evento datado entre 1589 y 1592, donde el escribano Juan de Castellanos relata la historia de una batalla o guerra entre españoles e indígenas a las afueras de lo que hoy es Zipaquirá. No describiré dicha guerra, pues no es mi intención, pero en dicho texto está escrito Cipaquirá, con c, tres veces.
Pero ¿por qué nos quedamos con la z y no con la c?
Fecha exacta no hay, o al menos no hay registro. Tampoco existe decreto o ley que justifique el cambio. Pero sí existió una persona que lo impulsó, lo legitimó y lo naturalizó sutilmente a través de la tradición oral y publicaciones en periódicos y revistas. Hablo del historiador zipaquireño; Luis Orjuela. Escritor del libro “Minuta histórica zipaquireña”. Bogotá, 1909.
En 1883 hubo una discusión entre el historiador Orjuela y un indio que llamaban “indio Pedro”. (De los dominios indígenas de Teusaquillo) donde debatían el uso de la z o la c. Sin embargo, dominó la idea del historiador zipaquireño de que Zipaquirá debía escribirse con z. Los argumentos de Orjuela son flojos y erróneos, pues en su libro “Minuta histórica Zipaquireña”, afirmó lo siguiente;
En la Colonia, efectivamente, se empleó z o s, nunca c, modo éste enteramente neográfico”. (1909).
Bastante corto el argumento, ¿no? El error de Orjuela es claro, pues el texto de Juan de castellanos es colonial y Cipaquirá está escrita con c tres veces, también es colonial el acta de fundación donde Cipaquirá está escrita siete veces y todas con c. En ninguno de los dos textos aparece la “z”, ni siquiera una sola vez. Entre el texto de Orjuela y el de Juan de castellanos hay más de tres siglos, de igual manera que con el acta de fundación. Este error me genera tres preguntas 1. ¿Orjuela no conocía el texto de Juan de Castellanos? 2. ¿desconocía también el acta de fundación?, 3. Si Orjuela conocía dichos textos, ¿por qué optó por ignorarlos? Cualquier respuesta lo deja mal librado.
La z se viralizó por motivos políticos. Orjuela era conservador y Colombia estaba a puertas de lo que se denominaría “Hegemonía conservadora”, él tenía acceso a revistas y periódicos donde podía escribir sus ideas con gran libertad y sobre todo fuera de toda censura. La aprobación pública aceptaba a ciegas sus ideas y sin cuestionar lo que él decía. Ejemplo de ello, el fácil acceso a periódicos y prensa como el de “El conservador”, en 1882. “Prensas de la luz”, en 1883. De hecho, su libro “Minuta histórica Zipaquireña”, publicado en 1909, en plena hegemonía conservadora, fue bien recibido por la opinión pública y el poder político de aquel momento lo ayudó a crear una verdad sin fundamento. Bien es sabido el dicho popular; “un dato falso o inventado que se repite una y otra vez termina por convertirse en verdad”, he aquí, estimado lector, o lectora, el más claro ejemplo; Zipaquirá con Z.
¿Por qué la palabra Zipaquirá/Cipaquirá no es un término Chibcha?
Ahora bien. Muchos dicen que el concepto “Zipaquirá” proviene del chibcha (familia lingüística), y su origen es indígena, nada más lejos de ello. Pues Cipaquirá no existía como territorio delimitado por más que algunos historiadores locales insistan ello. No había algo llamado “Cipaquirá” cuando los españoles llegaron a este territorio y esto se debe a dos razones. La primera; que el concepto de territorio, frontera o límite provienen de lógicas europeas, no indígenas, aquí no hay registro de mapas, ni delimitación geográfica. Y segunda; que Z-i-p-a-q-u-i-r-á está conformada por letras del alfabeto latino; lengua romance, un sistema de escritura que los muiscas desconocían por completo y que no comprendían en absoluto. Cabe recordar de paso, que los muiscas no dejaron sistema de escritura. Pasó exactamente con los otros posibles términos que por décadas nos han contado; Chicaquicha, Chicaquira y Chicaquica; todos tres con el mismo sistema de escritura (lengua romance).
Los españoles, al no entender nada de lengua chibcha, acomodaron cada letra y cada pronunciación a su lógica lingüística. Realizaré un ejemplo, que usted lector o lectora, puede hacer también; si alguien viene a hablarme en griego, no le entenderé absolutamente nada, pero puedo escribir sus sonidos (fonética), de acuerdo con mi lógica lingüística del idioma español. Entonces, no importa si es Chicaquicha, Chipaquicha, Chicaquira, Chipaquirá, Zipaquirá o Cipaquirá, todas estas palabras están escritas bajo la misma lógica y sus posibles significados también. De ahí en adelante, todos los cronistas e historiadores que han intentado dar con el origen de la palabra y su significado lo hacen años e incluso siglos después de dicho texto de Juan de Castellanos y del acta de fundación. Sería irresponsable de mi parte orientarme por una sola versión. Por ello, me quedaré con el registro más antiguo; Cipaquirá.
No extenderé más el artículo. No pretendo, lector o lectora, decir que escribir Zipaquirá con z esté mal usado, pues ya lo apropiamos y es nuestro. Simplemente quería llegar a los textos más antiguos que hay sobre este pueblo para darme cuenta de que hay mucha tela por cortar en este entramado de historias que tiene Cipaquirá y que el cambio de la c a la z, no fue bien sustentado. Una batalla durante el siglo XVI, mucho antes, incluso, que la misma fundación, fue el inicio literario del pueblo de los panes de sal. Mi intención no era otra más que relatarles y narrarles una historia que nos atraviesa a todos.