A PropĆ³sito de Nuestra Identidad Cultural
Hispanismo e Indigenismo
En la ConmemoraciĆ³n del Bicentenario del Sacrificio MĆ”rtires ZipaquireƱos
Una contribuciĆ³n de la FundaciĆ³n Nacional ZipaquirĆ”. FUNZIPA.
Vicepresidente FundaciĆ³n Nacional ZipaquirĆ”
FUNZIPA
A manera de IntroducciĆ³n. Al parecer, toda reflexiĆ³n latinoamericanista, conlleva por lo general, la expresiĆ³n de opiniones bien contrarias sobre las bondades o sobre las desdichas que nos trajeron el descubrimiento, conquista y colonizaciĆ³n del Nuevo Mundo, o como lo dijera Leopoldo Zea, āel encontronazoā.
Dentro de la necesaria apologĆa o balance positivo, los mĆ”s fervientes hispanistas o amigos de la tambiĆ©n llamada Leyenda Rosa seƱalan la ReligiĆ³n CatĆ³lica y por supuesto los beneficios inconmensurables de la paz y del amor, de la dulzura y la mansedumbre, virtudes acerca de las cuales se predica permanentemente y se plasman en las figuras grandes de San Pedro Claver, apĆ³stol de los negros, de Fray BartolomĆ© de las Casas defensor de los indios, de Fray Antonio de Montesinos y del padre Francisco Vitoria entre muchos otros, igualmente, defensores de los amerindios. Para el padre Vitoria, indios y espaƱoles eran seres iguales gracias a su naturaleza humana; hombres solidarios y libres. No aceptaba el despojo de sus bienes y menos aĆŗn el maltrato fĆsico y moral al que fueron sometidos.
De ahĆ, la importancia de este Dominico, formado en la Universidad de ParĆs, en donde ejerciera posteriormente la cĆ”tedra de teologĆa lo mismo que en la Universidad de Salamanca, de una manera brillante y revolucionaria. Lo que realmente nos obliga a mencionarlo fervorosamente, es su protesta decidida al enterarse de los atropellos cometidos por Francisco Pizarro y sus lugartenientes en el PerĆŗ incluido el asesinato de Atahualpa, hechos que al sumarlos a los cometidos en otras regiones del Nuevo Mundo āle hielan la sangre enmentĆ”ndolesā; por tales motivos recurre a la fĆ³rmula de las Reelecciones una categorĆa de protesta de gran valor intelectual y acadĆ©mico; en tal sentido, escribe las āReelectio de Indusā o bien, āReelecciĆ³n sobre los Indiosā y la āReelectio de Lure Belliā o āReelecciĆ³n sobre el Derecho de Guerraā; en ambas, cuestiona los atropellos a los indĆgenas que desde tiempos remotos poseĆan legĆtimamente autoridades y tenĆan tambiĆ©n el derecho a vivir en sus creencias. Vitoria cuestiona asĆ, no solamente el actuar de los conquistadores; cuestiona tambiĆ©n y sin temor al mismo Emperador Carlos V
Es justo mencionar con el mismo fervor la actuaciĆ³n de los Jesuitas en favor de los derechos humanos de nuestros indĆgenas. Lo anteriormente seƱalado nos pone frente a un agudo contraste entre la notoria actuaciĆ³n de la mayorĆa de clĆ©rigos y misioneros por su bondad y humanitarismo y la despiadada participaciĆ³n de casi todos los espaƱoles, como tambiĆ©n la indiferencia permanentemente observada por la Corona.
No pueden faltar en la cita de los grandes y afortunados acontecimientos, el orgullo por la hermosa lengua y la presencia de un nutrido grupo de apĆ³stoles de la educaciĆ³n que sembrĆ³ en nuestras tierras la inquietud y el deseo de conocer y avanzar en las nuevas concepciones de la ciencia y la filosofĆa. Fueron en consecuencia un aporte valioso los centros universitarios y los colegios establecidos especialmente por los Dominicos y por los Jesuitas en el Nuevo Reino de Granada, y en general en todos los dominios de la Corona EspaƱola, asĆ se discriminara para su beneficio a los nativos del Nuevo Mundo. Para finalizar este apartado digamos que se habla favorablemente acerca del Derecho Indiano como un esfuerzo de la Corona por adelantar una legislaciĆ³n en favor de los indĆgenas, asĆ Ć©sta āse acatara, pero no se cumplieraā por parte de las autoridades.
En cuanto a la diatriba se refiere, tambiĆ©n definida como Leyenda Negra, se declara que la obra de EspaƱa en AmĆ©rica, fue desde todo punto de vista nefasta si se tienen en cuenta aspectos tales como, el tozudo y agrio impedimento al desarrollo de las economĆas de nuestro suelo durante la Colonia. Sobre este particular, existen desde Don Antonio NariƱo, hasta los mĆ”s consagrados analistas del siglo XX entre ellos Luis Eduardo Nieto Arteta, Indalecio LiĆ©vano Aguirre, Jaime Jaramillo Uribe y tantos otros, estudios muy objetivos y especializados enmarcados dentro de muy diversas tendencias y doctrinas los cuales pretenden darnos hasta donde les ha sido posible, una idea clara y precisa sobre las consecuencias y la validez del comportamiento espaƱol en este sentido.
Definitivamente la actitud de los encomenderos y muchas de las autoridades enviadas por la Corona, significĆ³ un constante abuso, y atropellos inaceptables: fatales y despiadados; solamente tengamos en cuenta la amarga figura de Juan GinĆ©s de SepĆŗlveda quien justificaba la conquista de los indios y el tratamiento inhumano por tratarse simplemente de āhomĆŗnculos, u hombrecillos sin almaā. Contra este personaje luchĆ³ abiertamente el padre Las Casas, razĆ³n por la cual fue acusado de alta traiciĆ³n especialmente por su libro Confesionario en el que planteaba que las acciones de los espaƱoles consistentes en la sujeciĆ³n y servidumbre de la poblaciĆ³n indĆgena, a travĆ©s de la conquista eran a su juicio nulas, invalidas y sin ningĆŗn valor jurĆdico.
Se declara asimismo, que la religiĆ³n sĆ³lo sirviĆ³ para fanatizar y alienar y que la conservaciĆ³n y desarrollo de nuestra cultura, se vio coartada y atropellada de tal manera, que hasta se estableciĆ³ el āSanto Oficioā con dicha finalidad. En este sentido Leopoldo Zea se refiere al Encubrimiento. Es decir, se quiso borrar toda manifestaciĆ³n cultural de nuestros indĆgenas, no solamente de la cultura Chibcha; tambiĆ©n, la de los Aztecas, Mayas e Incas entre otras. Tal como se dijera anteriormente, aun duelen y se repudian las masacres y abusos de toda Ćndole de que fueron objeto nuestros antepasados.
Sobre los innumerables acontecimientos desafortunados, y sus fatales consecuencias, JoaquĆn Santana Castillo, autor del formidable ensayo titulado en su primera parte, Identidad Cultural de un Continente (2000 pĆ”g. 20) nos dice lo siguiente:
MƔs Adelante Santana Castillo afirma:
āCosmovisiĆ³n religiosa aparte, existen otros factores que deben ser considerados en el anĆ”lisis. El colonizador ibero era portador de una mentalidad feudal en la que el trabajo se consideraba como una actividad vil, propia de gentes de baja condiciĆ³n. Viajaba por lo regular sin familia y con la aspiraciĆ³n de un rĆ”pido enriquecimiento por medio del oro. Precisaba entonces del prĆ³jimo como fuerza de trabajo, guĆa en la bĆŗsqueda de los yacimientos de metales preciosos o simple medio para satisfacer sus apetencias sexuales. El ibero se mezcla, pero el mestizo fruto de esa uniĆ³n es colocado en una condiciĆ³n de inferioridad. El mestizaje lejos de ser visto como una categorĆa asuntiva de una doble e innegable riqueza, es visto en sentido negativo, pues impide la igualdad cultural y Ć©tnica con los colonizadores. Aparece asĆ el dramĆ”tico problema de la identidad para el latinoamericanoā. (El subrayado es nuestro.)
Son estas consideraciones apasionadas o no, equivocadas o acertadas, vistas desde muy diferentes enfoques, en donde al parecer los conceptos sobre la Ć©tica y la moral estĆ”n ocupando el lugar que le corresponde al rigor cientĆfico de la historia y de la sociologĆa, las que nos facilitan la apertura de un sinnĆŗmero de reflexiones de gran importancia sobre la razĆ³n de ser del hombre latinoamericano.
Hacia La Identidad Cultural.
Comencemos diciendo, que no puede iniciarse un debate sobre la naturaleza nuestra como integrantes de ese conglomerado del cual hacemos parte; no podemos tampoco responder a los interrogantes que sobre nosotros mismos nos plantea la filosofĆa, es decir, ĀæquiĆ©nes somos, de dĆ³nde venimos, para dĆ³nde vamos?, si no tenemos alguna claridad acerca de lo que significa la cultura y mĆ”s concretamente el marco cultural que nos corresponde.
Como bien lo definen eminentes sociĆ³logos, entre ellos, Joseph H Fichter y George M Foster, āla cultura es la configuraciĆ³n total de las instituciones o elementos que comparten en comĆŗn las personas de una sociedad; puede decirse que ella es tambiĆ©n, un todo integrado, funcional y razonableā; (Fichter 282 1967) a lo anterior podemos agregar que en este concepto caben, sin excepciĆ³n, todas las actividades humanas perpetuadas a lo largo de la historia. En nuestro juicio, la cultura es necesariamente, esa marca fundamental del comportamiento, vivencias y conocimientos de toda Ćndole que entraƱan los afectos y la identidad de los pueblos. En ella estĆ” contenido el concepto de nacionalidad y constituye tal como se dijo antes el entorno de nuestras vivencias.
Todo aquello que hace parte de la cultura, resulta ser un vasto sistema de elementos bien complejo para su estudio, dado el extraordinario dinamismo de su desarrollo, sujeto a constantes cambios y a la suma de valores que hacen posible la convivencia social; asĆ, nos lo explican los mĆ”s autorizados tratadistas, advirtiendo de paso sobre los peligros que rondan el comportamiento cultural de los pueblos, especialmente de los subdesarrollados.
Para Leopoldo Zea, eminente historiador y filĆ³sofo mexicano la identidad cultural del hombre latinoamericano comienza a resquebrajarse precisamente con el complejo europeĆsta, el que hace que la mayorĆa de las gentes, no acepte en su plenitud, como un hecho nuevo y determinante, su condiciĆ³n de mestizo, ademĆ”s de considerar como lo mĆ”s valioso y autĆ©ntico, todo lo que nos viene del viejo mundo.
Coinciden con Ć©l, el Maestro GermĆ”n Arciniegas el gran americanista, quien ha librado de manera permanente una verdadera batalla para aliviarnos del complejo europeĆsta, y muchos otros filĆ³sofos tal como lo veremos mĆ”s adelante. Como bien se ha establecido a lo largo de las consideraciones americanistas de los Ćŗltimos tiempos especialmente las que se produjeron a raĆz de la celebraciĆ³n de los 500 aƱos de la llegada de ColĆ³n a nuestras tierras, nos han educado con la idea de que lo Ćŗnico trascendental es lo europeo; āhemos sido adoctrinados para despreciar lo nuestroā, dice Arciniegas.
A nuestro juicio, es esta una compleja situaciĆ³n, en la que necesariamente tenemos que aceptar y debemos reconocer nuestro mestizaje, y estamos inclinados a buscar igualmente en otras latitudes, los demĆ”s ingredientes de nuestra conformaciĆ³n āracialā Ć©tnica y cultural.
Pero si tradicionalmente hemos sufrido del complejo europeĆsta asombrĆ”ndonos ante las doctrinas filosĆ³ficas y ante las expresiones del arte y de la ciencia, como las Ćŗnicas vĆ”lidas y paradigmĆ”ticas, algo peor nos ocurre hoy, con la sumisiĆ³n ante las potencias del rock y las versiones modernas del pragmatismo y del utilitarismo, todo lo cual induce a valorar y a tener en cuenta sĆ³lo aquello que produce de manera inmediata jugosos resultados econĆ³micos, no importĆ”ndonos hasta donde pueda desdibujarse nuestra cultura, y peor aun convirtiendo al hombre en un medio para alcanzar un fin, despojĆ”ndolo de su condiciĆ³n necesaria de fin en sĆ mismo.
Contra esto parece reaccionar Otto Morales BenĆtez, segĆŗn lo apunta Javier Ocampo LĆ³pez en su libro Otto Morales BenĆtez: Sus Ideas y la Crisis Nacional, en donde destaca apartes de su pensamiento como el que se transcribe:
āNo es en la utopĆa, ni en modelos extraƱos en donde encontramos nuestro mundo; es en la propia realidad, con unos conceptos, filosofĆa e instituciones surgidas de la propia Colombia y de nuestra Patria Grande Indo AmĆ©rica. (Ocampo 9-12 1993)
Tal como lo afirma el historiador, los estudios de Morales BenĆtez sobre el hombre mestizo colombiano e indoamericano, estĆ”n ligados a su preocupaciĆ³n por la bĆŗsqueda de la autenticidad de nuestra cultura mestiza y la consideraciĆ³n acerca del hombre como ser por excelencia.
Encontramos el mismo afĆ”n americanista en GermĆ”n Marquinez Argote, en Luis JosĆ© GonzĆ”lez Ćlvarez y en otros, muy autorizados filĆ³sofos, autores del libro, El Hombre Latinoamericano y su Mundo, (Nueva AmĆ©rica BogotĆ” 1978) Dicen ellos:
āVenimos acostumbrados desde la Colonia a responder a las preguntas sobre el hombre y su mundo en una forma genĆ©rica y abstracta. Sentimos la inquietud por conocer cuĆ”l es nuestra realidad concreta como hombres y como pueblo. Pero no encontramos la respuesta a esa inquietud en los manuales de filosofĆa importados, ni tampoco en los escritos aquĆ.ā
āMuchos pensadores latinoamericanos se han preocupado por suscitar entre nosotros, la conciencia de lo que somos. Pero sus voces aisladas se han perdido en la inmensidad del espacio y del tiempo. Cuando mucho, han logrado despertar una inquietud en cĆrculos intelectuales reducidos, raras veces han logrado llegar al pueblo.
āYa es hora de que el pueblo latinoamericano descubra su identidad. SĆ³lo la conciencia de su propio ser, le permitirĆ” asumir con responsabilidad su futuro como pueblo diferente. Cinco siglos de dependencia, de sometimiento a los proyectos e intereses de otros pueblos mĆ”s poderosos, nos han impedido forjar nuestro propio ser y nuestro propio proyecto histĆ³rico. (op. Cit pag 7)ā
Con relaciĆ³n a lo anteriormente expresado, el profesor Eudoro RodrĆguez, nos alerta sobre las mĆŗltiples dificultades que hasta el momento ha tenido que afrontar el proyecto filosĆ³fico del hombre latinoamericano, comenzando por la animosidad, curiosidad o simplemente el rechazo que el solo tĆtulo de filosofĆa despierta; seƱala tambiĆ©n entre dichas dificultades, la misma ubicaciĆ³n geogrĆ”fica desde donde se plantea dicho proyecto; es decir, dentro de una regiĆ³n conformada por un conjunto de paĆses eufemĆsticamente llamados subdesarrollados, que no presentan una tradiciĆ³n, una serie de pensadores universales, escuelas o tendencias comparables a las de Europa.
Dice el profesor Eudoro RodrĆguez, que nuestros filĆ³sofos profesionales y nuestros intelectuales, miran todavĆa con desdĆ©n la producciĆ³n cultural latinoamericana y sobrevaloran el producto europeo. De la misma manera, el tratamiento de nuestra problemĆ”tica lo hacen desde los parĆ”metros establecidos en los paĆses ya desarrollados. No existe entre ellos tampoco una conciencia verdadera sobre el devenir histĆ³rico; en tĆ©rminos generales no existe voluntad para el desprendimiento de los esquemas forĆ”neos y enfrentar la problemĆ”tica americanista con las herramientas propias para un conglomerado con un sistema polĆtico, econĆ³mico y social muy diferente al europeo. SegĆŗn Ć©l, sĆ³lo han existido dos campos culturales bien desarrollados en una perspectiva latinoamericana y son ellos, la Literatura y la TeologĆa de la LiberaciĆ³n. (RodrĆguez USTA 1988 4 -20 22).
Teniendo en cuenta otras consideraciones acerca de los factores que han contribuido a desdibujar nuestra identidad cultural, volvamos al maestro GermĆ”n Arciniegas en la interpretaciĆ³n que de su pensamiento hace Otto Morales BenĆtez en su libro Momentos de la Literatura Colombiana, (La Granada entreabierta, Caro y Cuervo, 1991 76-78) en donde nos presenta este fragmento bien ilustrativo. Dice Arciniegas:
āHoy en las letras, las artes, las ciencias, el aporte de este continente de siete colores alcanza un reconocimiento universal como algo propio y distinto que va definiĆ©ndose con rasgos particularesā¦lo que aquĆ estĆ” naciendo es otra cultura, otra filosofĆa que por fuerza ha de ser distinta de la que en Europa se ha fijado por aglomeraciĆ³n de hechos propios de esta regiĆ³n del mundo.ā
Afirma igualmente Morales BenĆtez, que lo que el Maestro Arciniegas ha querido lograr es hacernos conscientes de nuestra propia identidad y alejarnos del complejo europeĆsta; continĆŗa diciendo que, para completar esta tarea de liberaciĆ³n, Arciniegas ha venido puntualizando quĆ© es el continente. Y despuĆ©s de darle vueltas por los mĆ”s extraƱos vericuetos; de escrutarlo cuidadosamente por sus innumerables expresiones espirituales; de denunciar su activa presencia ante los varios fenĆ³menos culturales, econĆ³micos y sociales, y alinear cada una de sus actitudes ante los diversos sucesos histĆ³ricos y filosĆ³ficos, puede declarar que āAmĆ©rica es otra cosa.ā
Ciertamente decimos nosotros, AmĆ©rica es otra cosa; es el continente de la āNueva Raza y la Esperanzaā, con esquemas de comportamiento muy particulares dueƱa de una pujanza reprimida lamentablemente por mĆŗltiples factores de adversidad, la mayorĆa de ellos ya seƱalados; no puede faltar aquĆ, la menciĆ³n a las dictaduras militares acontecidas en casi todos los paĆses que integran la comunidad latinoamericana.
Por fortuna tambiĆ©n florece una casta de intelectuales, de artistas, de hombres de ciencia y empresa quienes constituyen ese baluarte de la colosal aspiraciĆ³n americana; el auge, originalidad y grandeza de nuestra novelĆstica especialmente, como tambiĆ©n de las demĆ”s formas literarias, enaltece la magia de nuestro continente y su marcha segura en la defensa y consolidaciĆ³n de ese perfil indoamericano.
RecuperaciĆ³n De Un Pasado Con VisiĆ³n Futurista
Conviene destacar aquĆ, que desde mucho antes de que se creara en MĆ©xico en el aƱo de 1947 el ComitĆ© de Historia de las Ideas en AmĆ©rica bajo la direcciĆ³n de Leopoldo Zea, y con la participaciĆ³n de eminentes hombres del continente, ya se habĆan dado pasos importantes mĆ”s de medio siglo atrĆ”s tendientes a lograr una madurez en la filosofĆa latinoamericana y con ella ese marco indoamericanista, con la presencia de humanistas tales como: JosĆ© Enrique RodĆ³, JosĆ© Carlos MariĆ”tegui, JosĆ© Vasconcelos. Con el pensamiento social de RodĆ³ coincide posteriormente Carlos Vaz Ferreira quien criticara las consecuencias sociales del capitalismo de donde se desprenden las injusticias sociales; su socialismo al igual que el de RodĆ³ es moderado, buscando de manera especial las garantĆas individuales de libertad y reconocimiento de los derechos humanos en su plenitud. DespuĆ©s de todo podrĆa afirmarse que la defensa de la identidad cultural es un propĆ³sito que viene fortaleciĆ©ndose desde el siglo XIX en AmĆ©rica Latina.
En nuestro suelo bien vale la pena recordar los nombres de Rafael Uribe Uribe, GermĆ”n Arciniegas, Baldomero SanĆn Cano, el profesor Luis LĆ³pez de Mesa, Indalecio LiĆ©vano Aguirre y los demĆ”s ya citados con anterioridad.
MĆ”s recientemente Armando SuescĆŗn Monroy en su maravilloso trabajo de investigaciĆ³n El Derecho Chibcha (Unilibre BogotĆ” 2001) nos convoca a la recuperaciĆ³n de un pasado pre-colombino; de una cultura necesariamente paradigmĆ”tica por su bien logrado nivel de espiritualidad. Es asĆ como nos ilustra el historiador SuescĆŗn sobre el particular:
āLa Ć©tica, junto con el derecho y la religiĆ³n respondĆan a los ideales colectivos de la comunidad, integraban el ordenamiento de la vida social, su observancia generaba la paz y la justicia y eran el camino de la felicidad. Los valores Ć©ticos eran los que marcaban el camino, los que iban delante de las normas jurĆdicas, dĆ”ndoles el rumbo y el sentido. En esa perspectiva, la Ć©tica de los chibchas, su sistema de valores, sus normas de conducta, sus costumbres y comportamientos, constituyen uno de los aspectos mĆ”s indicativos del alto nivel de su cultura.ā
En un lenguaje contemporĆ”neo podrĆa afirmarse que la cultura precolombina de los chibchas, respondĆa a ese imperativo cual es el respeto a la dignidad de la persona y el pleno reconocimiento de sus derechos, excepciĆ³n hecha sobre el derecho de propiedad, dado que no existĆa entre ellos el deseo de posesiĆ³n de las cosas, ni mucho menos, la ostentaciĆ³n. Al respecto dice el profesor SuescĆŗn Monroy lo siguiente:
āEl desinterĆ©s por la posesiĆ³n de bienes materiales, por las cosas externas, fue otro rasgo caracterĆstico de la Ć©tica chibcha. No conocieron el ansia de riqueza, el deseo de posesiĆ³n de las cosas ni la ostentaciĆ³n; antes bien, la austeridad y la frugalidad fueron las normas predominantes de conducta. Su propĆ³sito en la vida no era la posesiĆ³n y acumulaciĆ³n de bienes materiales, sino la conservaciĆ³n del equilibrio y la armonĆa del cosmos.ā
Por lo visto, bien vale la pena enfatizar en el conocimiento e interiorizaciĆ³n de este legado histĆ³rico y cultural y transcribir otro apartado de entre los contenidos en este extraordinario trabajo de investigaciĆ³n acerca del derecho chibcha. El maestro Armando SuescĆŗn Monroy dice sobre el particular:
āĀæCĆ³mo no sentirnos orgullosos los colombianos de haber tenido una sociedad en la que tales derechos tuvieron una plena vigencia, real y efectiva, siglos antes de que los pueblos europeos los conocieran y proclamaran como un objetivo a alcanzar? ĀæCĆ³mo no valorar un Estado que existiĆ³ en nuestra historia en el que predominĆ³ la cultura de la vida, de la igualdad, de la libertad, la fraternidad, y no la cultura de la muerte, la violencia, la codicia, el egoĆsmo y la corrupciĆ³n? ĀæCĆ³mo seguir ignorando y negando una sociedad nuestra en la que existieron unas instituciones jurĆdicas elaboradas, un claro propĆ³sito de justicia y un estricto respeto por la ley? El derecho chibcha, producto de una sociedad profundamente comunitaria, religiosa y Ć©tica, representa para los colombianos un valioso patrimonio cultural que nos debe llenar de orgullo ante los demĆ”s pueblos del mundo. ĀæCĆ³mo no rescatar y recuperar ese rico tesoro cultural que se ha querido ocultar? La naciĆ³n necesita reconocer sus propias raĆces. Es necesario investigar las sociedades indĆgenas, conocer sus culturas, sus ordenamientos jurĆdicos, pues querĆ”moslo o no, ellas son el fundamento de nuestra nacionalidad y las que guardan los caracteres profundos y autĆ©nticos de nuestra identidad.ā
A manera de conclusiĆ³n. En virtud de lo expresado a lo largo de este escrito, tratando de visualizar su enorme complejidad, encontramos aspectos que bien pueden incluirse aquĆ y que nos dan una idea acerca de esa naturaleza propia del hombre, que trata de mantenernos en alerta ante las acechanzas de todos los fenĆ³menos culturales; para tener una idea mĆ”s clara acerca de ello, refiramos sucintamente algunas ideas tomadas del historiador Hans Kohn de su libro Historia del Nacionalismo en donde manifiesta notoriamente que el individuo siempre ā va a venerar el lugar donde naciĆ³ y pasĆ³ su infancia, lo que le rodea, su clima, el contorno de sus colinas y valles, de sus rĆos y Ć”rboles, asĆ como su resistencia a los cambios abruptos, su preferencia hacia alimentos nacionales y una natural tendencia hacia su lengua vernĆ”cula; sin dejar de lado la existencia de otras lenguas o dialectos, busca sentirse seguro sin el temor de involucrarse con pueblos y costumbres extranjeras, donde siempre va a predominar lo suyo, a fortalecerse y a ser mejor.ā Lo anteriormente referido, hace parte de lo que Juan Mukarovsky autor de escritos de EstĆ©tica y SemiĆ³tica del Arte define como su base noĆ©tica. (FCE MĆ©xico 1949 PĆ”g. 18).
No debemos olvidar su apego a las expresiones artĆsticas de carĆ”cter popular y folclĆ³rico consistentes en mĆŗsica, danza, vestuario, literatura y artesanĆas y todas aquellas comprendidas dentro del llamado folclor demosĆ³fico.
Esa tendencia, en ocasiones inconsciente, a defender lo nuestro puede constituirse necesariamente en un antĆdoto, en un escudo contra las influencias forĆ”neas que tratan de desvirtuar nuestra identidad cultural; mucho mĆ”s evidentes en los Ćŗltimos aƱos, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando aparece el concepto de la āAldea Globalā segĆŗn la definiciĆ³n de Marshall Mcluhan, ante el extraordinario avance de la tecnologĆa de las comunicaciones, de la internacionalizaciĆ³n de la economĆa, del derecho de la ciencia y de la cultura en general. Bien sabido es que, ese Ćmpetu globalizador atenta directamente contra una fortaleza de los pueblos y es precisamente su ordenamiento jurĆdico y la estructura propia del Estado Social de Derecho como es el caso de nuestro paĆs, el cual se ha visto abocado a una disminuciĆ³n de su autonomĆa especialmente en el manejo de la rama judicial; de la misma manera ha visto mermada su capacidad de maniobra en los demĆ”s frentes del Estado, a lo largo de varios gobiernos, estableciĆ©ndose una relaciĆ³n de dependencia y alienaciĆ³n orientada por los Estado Unidos y otras potencias. Se trata pues, de un complejo entramado en donde convergen mĆŗltiples factores de todo orden: geopolĆticos, econĆ³micos, sociales y culturales, con resultados variables permanentemente, no sĆ³lo en Colombia; tambiĆ©n en los demĆ”s paĆses de la AmĆ©rica Latina con algunas diferencias obviamente. De otra parte, muy fĆ”cil resulta para el comĆŗn de las gentes, el engolosinamiento ante la novedad publicitaria, ante la veleidad de los medios de comunicaciĆ³n, su fuerza de penetraciĆ³n y convencimiento, y muchos otros factores de influencia entre los ya mencionados; en general, todas las estrategias de manipulaciĆ³n propias del mundo actual, que no sĆ³lo atentan contra la identidad cultural. Peligrosamente, tocan la dignidad de la persona. De ahĆ la necesidad y la actualidad permanente y cotidiana de una voz que nos estĆ© diciendo:
Ā”Ay que orgulloso me siento de haber nacido en mi pueblo!!
Ā”Ay que orgulloso me siento de haber nacido en mi patria!!
Ā”Ay que orgulloso me siento de ser un buen colombiano!!
AMERICA
Nuestra AmĆ©rica, la del sueƱo de MartĆ,
Tierra de alegre madrugada
De la nueva sangre y la esperanza.
Suelo eres de la raza cĆ³smica,
De la expresiĆ³n humanĆstica del Ariel,
De un pensamiento renovado
En la filosofĆa de la liberaciĆ³n.
Los RĆos Amazonas y la Plata
Y tantos otros hilos cristalinos,
Tejen la salud de nuestro mundo.
El misterio de la fauna y de la flora
Hace mƔs sublime tu presencia.
Eres selva apasionante,
Cielo despejado a la imaginaciĆ³n
Al canto y a la poesĆa.
Patria Grande, cuna del mestizo,
Heredad de lo Indoamericano.
No se cumplirĆ” en ti la sentencia
āā¦AmĆ©rica para los americanosā¦ā
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