Un Virus con muchos hijos
Opinión

Un Virus con muchos hijos…

Joaquín Guzmán

Periodista -Analista

 

El otro bálsamo de la gente, por estos días de Coronavirus, es el que proponen quienes aseguran, muy rápido y con cara de expertos, con el rigor científico de una cadena de WhatsApp, que no hay nada de qué preocuparse, que todo es una conspiración del ‘poder’ y que la gripa mata a mucha más gente al año.

 

Desde el pasado 6 de marzo del presente año, se conoció el primer caso de Coronavirus en Colombia, se trató de una mujer de 19 años que llegó a Bogotá desde Milán, Italia. Hoy estamos en cuarentena y cada día vemos más casos, más muertes, más cerca.

 

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El Presidente de la República, realizó la declaratoria de la emergencia sanitaria en el país, el pasado jueves 12 de marzo, cientos de personas fueron a las tiendas y supermercados a abastecerse de alimentos y productos de aseo, en caso de una emergencia, toque de queda o cuarentena por el Coronavirus. Ante las compras masivas, es común ver los estantes de alcohol, papel higiénico, y gel antibacterial, completamente vacíos. En Zipaquirá los avisos en las droguerías son: “No hay alcohol, gel antibacterial, tapabocas”, mientras en la calle hay personas a gritos vendiendo muchos de estos a destajo y sin ningún tipo de control.

 

Todo nos tomó por sorpresa. Pensamos que estaba lejos, que se demoraría en llegar, está matando sólo a ancianos –musitaban algunos jóvenes-, no se tomaron los ejemplos vividos en esas naciones a kilómetros de distancia y la gente, apática pensando que eso les sucede por comer animales que no deben, no pensaron sino en salir, divertirse mientras pueda y continuar con su estilo de vida.

 

El estar pensando en qué vamos a hacer en la semana de descanso, el puente, el festivo, dejó a un lado lo prioritario, lo verdadero.

 

Nuestras economías se basan en un alto grado en consumir todo aquello que ahora mismo no podemos adquirir, y que de la noche a la mañana han dejado de estar disponibles. Ni bares, ni restaurantes para salir el fin de semana, ni compras de fin de semana en el centro comercial, ni mucho menos escapaditas a la playa, a Melgar o la planificación de las vacaciones de abril. Todo aquello en lo que creyeron millones de colombianos y miles de zipaquireños, la salida ocasional a una vida gris y aburrida se ha esfumado.

 

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¿Qué ha quedado?

 

¿A quién aplaudimos a las ocho de la noche? Justo a aquellos trabajos que muchos menospreciaban y que algunos los utilizaban como insulto. Quedan los policías, los militares, los que tienen familia, pero deben hacer como si no la tuvieran para resguardar a aquellos que a lo mejor hace algunos meses les lanzaban piedras, diatribas o eran usados como caricatura por algún comediante con lápiz y papel y que se creen grandes pensadores e influenciadores por ello.

 

Quedan los más: los médicos, las enfermeras, los héroes de hoy. Los que deben vivir con contratos de prestación de servicio, en muchos casos, y trabajar en varios sitios para compensar lo realizado. Nos podríamos quedar hablando de los médicos, aquellos que hoy son más imprescindibles que nunca, esa palanca que ha mantenido la situación a flote en los primeros momentos de esta crisis. La sanidad del enfermo, como metonimia del cuidado de los vulnerables, sigue ocupando el centro moral de nuestra sociedad.

 

Además, aquellos que se dedican a «hacer, transportar, arreglar y mantener las cosas». Los héroes cotidianos que el coronavirus ha sacado a la luz del día. Camioneros, campesinos, cajeros, reponedores de supermercados, los grandes trabajadores de la empresa de aseo, los guardas de seguridad…esos que a duras penas viven con el mínimo y que muchas veces son humillados, vistos por encima del hombro, objeto de burlas por esos que dicen que quieren más estudio, por los que ya estudiaron.

 

De acuerdo, me intentarán consolar, el periodismo es importante –soy periodista-. Es posible, pero no sé exactamente cuál es el porcentaje de periodismo útil para la sociedad, y cuánto es mero ruido, desinformación y brindis al sol entre compañeros.

 

Todos los trabajos son necesarios en la medida en que se ha creado un contexto en el que lo son, pero de repente el retorno de lo físico (los cuerpos que enferman, los productos que han de adquirirse en un lugar determinado, las superficies que han de limpiarse con cloro para evitar los contagios) han puesto de relieve el castillo de naipes que es, en un alto grado, la mayoría de los rincones de la economía del conocimiento.

 

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Correr más que el otro

 

Luego de la declaratoria de calamidad pública las compras desbordadas por parte de los ciudadanos aumentaron, no dejar nada en los estantes, no importa que el otro no encuentre, no consiga. El “Yo llegué primero” el que corra más rápido, esa fue la frase que nos definió. Lo bueno del Coronavirus es que muestra la fragilidad que la humanidad tiene, porque durante siglos los humanos nos creímos la mejor raza y esto nos demuestra que somos vulnerables.

 

Lo malo… es efectivamente el pánico, porque el miedo circula más rápido que el virus y esto crea acciones irracionales, y creemos que estamos viviendo y haciendo esas acciones, sobre todo en el abastecimiento de productos, dejándonos llevar por la masa que nos impulsa a participar en una dinámica, generando preocupación de quedarse sin un producto más adelante, así se tenga en el momento. Esa envidia…esa maldita envidia.

 

Y el tema de la buena información, por parte de algunos medios de comunicación no se ve, la especulación y la mala información están produciendo más miedo. Ver a presentadoras querer ser grandes científicas y hablar sin fundamento, aparentar que son grandes economistas y criticar cada uno de los pasos dados por el Gobierno Nacional. Los egos, la vanidad, qué dolor de periodismo.

 

Las compras excesivas que se evidencian en los supermercados de Zipaquirá permiten de alguna manera excluir al otro al momento de comprar y tratar de abastecer nuestras necesidades. Al actuar por el miedo y al no saber qué pueda pasar y en qué condiciones se deba vivir por un tiempo, no hay espacio para pensar como comunidad, la gente cree que, acaparando los productos, se crea un imaginario de que ‘todo va a estar bien’ para mí y para mí círculo…el otro no importa.

 

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Cada vez peor

 

Al ver las primeras noticias por televisión en Italia, queda uno desconcertado, dice un periodista en la pantalla: “Nada de alarmismos: el ‘coronavirus’ solo está matando a los viejos…”.

 

Como si ese fuera algo favorable. El otro bálsamo de la gente, por estos días de Coronavirus, es el que proponen quienes aseguran, muy rápido y con cara de expertos, con el rigor científico de una cadena de WhatsApp, que no hay nada de qué preocuparse, que todo es una conspiración del ‘poder’ y que la gripa mata a mucha más gente al año.

 

Es la quimera de creerse muy original y brillante al distribuir información falsa, mitos, crear caos, hablar mal del otro, hablar mal del que no votó, del que no eligió. Acreditar una gran inteligencia con el expediente infantil de ponerlo todo en duda y relativizar y despreciar y minimizar los alcances de la realidad y sus peligros, como si uno tuviera una información privilegiada y una intuición de gurú que los demás no. Saberse más astuto caracteriza por lo general a los tontos.

 

Despreciar a los viejos, considerarlos inútiles, innecesarios, obsoletos, prescindibles por el solo hecho de su edad: ese es el verdadero virus. La vida del otro no me importa, si ya es viejo, pues ya vivió, ya disfrutó, ese es el pensamiento de muchos, el virus que los está carcomiendo, un virus que lleva ya demasiado tiempo y todavía no hay cura.

 

Posdata: qué divertido resulta en esta cuarentena es que todos critiquen a las autoridades (Presidente, Gobernador, Alcalde) reprochando las medidas, las económicas, sociales, todas. No somos capaces de administrar adecuadamente la quincena -comprando a montones papel higiénico- y ahora nos las damos de ser expertos.

 

Lo bueno del Coronavirus es que muestra la fragilidad que la humanidad tiene…

Extrategia Medios
Equipo de redacción de Extrategia Medios

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