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Abrí la puerta del set de Extrategia Medios y ahí estaba él: Kener Jhosua Ávila Turmequé, un niño de seis años con una energía desbordante, un piano y una personalidad que cautivó al equipo desde el primer instante. Era la primera vez que lo veía, y mientras él se acomodaba en la silla, me di cuenta de que esta no sería una entrevista cualquiera.

Kener nació con una condición llamada Anoftalmia Congénita Bilateral, lo que significa que no tiene globos oculares. Sin embargo, desde el primer momento quedó claro que su forma de “ver” el mundo va más allá de lo físico. Con una seguridad sorprendente y una sonrisa que ilumina, empezó a contarme sobre su vida y su pasión: la música.

“Desde que tenía dos años, descubrimos que tenía algo especial”, relató su padre, José Ávila, quien lo acompañaba. “Con un juguete de apenas cuatro teclas, comenzaba a replicar melodías que escuchaba. Ahora, su oído es tan fino que a veces hasta su profesor de piano se queda sorprendido”.

Escuchar esa historia en la voz de José fue conmovedor. Me habló con honestidad de las dificultades que enfrentaron como familia, desde el impacto de enterarse de la condición de Kener al nacer, hasta los retos económicos que conlleva criarlo. “Fue como estrellarse contra el mundo”, confesó, pero con el tiempo, Kener se convirtió en la fortaleza del hogar.

Mientras José hablaba, Kener interrumpía con ocurrencias y comentarios espontáneos que arrancaban sonrisas a todos en el set. “Él tiene una gracia para hacerse querer donde llega”, agregó su padre con orgullo. Y lo comprobé: su carisma es natural, fluye como las melodías que toca en el piano.

Kener no solo es un prodigio musical; es también un niño que conecta con las personas de una forma que parece mágica. Durante la entrevista, me contó cómo, a pesar de no poder ver, no ha tenido problemas para hacer amigos en el colegio. Dijo con una convicción que solo puede venir de alguien que no conoce barreras.

La conversación se tornó aún más profunda cuando José compartió un mensaje para otros padres que enfrentan situaciones similares. “Lo más importante es dejar de sentir pena. No hay que pensar en lo que dirán, hay que levantar la cabeza y seguir adelante. Nuestros hijos tienen mucho más que nosotros, porque ven el mundo de una manera que nosotros ni siquiera imaginamos”.

Esa frase resonó en mi mente mientras Kener empezaba a tocar su piano y por un instante, el tiempo pareció detenerse. No necesitaba más pruebas: Kener ve con el corazón, escucha con el alma y se expresa a través de la música como si cada melodía fuera un regalo para el mundo.

Cuando la sesión terminó, me despedí conmovida. No solo por haber conocido a un niño excepcional, sino también porque Kener y su historia me recordaron algo esencial: a veces, las limitaciones no son más que una oportunidad para descubrir nuevos caminos.

Hoy, mientras escribo estas palabras, no puedo evitar sonreír al pensar en él. Kener no es un “pobrecito”, como bien dice su padre. Kener es un gigante, un niño que llegó a nuestras oficinas para recordarnos que, aunque no pueda ver, ilumina todo a su alrededor con su forma única de ser.

Kener y su historia me recordaron algo esencial: a veces, las limitaciones no son más que una oportunidad para descubrir nuevos caminos.

Manuela Vargas
Periodista y redactora Extrategia Medios.

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