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Antonio Nariño y Zipaquirá: un vínculo que hoy revive en el día de su natalicio

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Cada 9 de abril se conmemora el nacimiento de Antonio Nariño, un importante personaje de la Independencia colombiana y defensor pionero de los derechos humanos en el continente. Pero más allá del discurso nacional, existe una historia cercana, silenciosa y significativa entre Antonio y Zipaquirá (Cundinamarca). Esta relación, tejida entre pasos, decisiones y momentos de su vida pública, ha quedado parcialmente eclipsada por los grandes relatos de la historia patria. Hoy, vale la pena detenerse en los detalles que dan cuenta de ese vínculo.

Durante sus años de influencia política, Nariño visitó y se interesó por Zipaquirá como parte de sus recorridos estratégicos por el altiplano cundiboyacense. Fuentes históricas indican que estuvo presente en la ciudad para seguir de cerca el funcionamiento del Cabildo y conocer el sentir del pueblo, pues entendía que el proceso independentista debía construirse con las regiones, no solo desde la capital. Su compromiso con la idea de una república soberana se reflejaba también en estos acercamientos directos a los territorios.

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Además de lo político, se habla de una afinidad más humana entre Nariño y Zipaquirá. La arquitectura, el clima, la posición geográfica y la calidez de algunos de sus habitantes habrían generado en él una especie de afecto personal por este municipio. Aunque no existen cartas o testimonios directos que lo confirmen, cronistas y estudiosos locales aseguran que sus visitas dejaron huella. El gesto más simbólico de ese vínculo, según algunos relatos, fue su interés por impulsar la actividad minera y administrativa en la zona, reconociendo su potencial y valor estratégico.

Hoy, cuando se revisa la historia con lupa, la figura de Nariño aparece más cercana y menos inalcanzable. Ya no solo como el traductor de los Derechos del Hombre o el político radical enfrentado a sus propios contemporáneos, sino como un hombre que también miró a Zipaquirá con atención y respeto.

Recordar esta conexión es también reconocer que las grandes transformaciones se construyen desde múltiples lugares, y que incluso los próceres más conocidos dejaron huellas más íntimas en rincones que a veces la historia oficial prefiere pasar por alto.

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