Ubaté y la historia del Santo Cristo, que al sudar se transfiguró
A 45 kilómetros de la ciudad de Zipaquirá, encontramos la hermosa Villa de San Diego de Ubaté, puerta de entrada a la próspera región que lleva su nombre y que se constituye en la puerta de entrada a las tierras gratas e históricas de Boyacá y Santander.
Ubaté es conocida ampliamente por su bella arquitectura, sus amplios y ricos campos abundantes en cosechas, su vocación lechera, pero sin duda lo más representativo de esta encantadora villa, es la increíble historia del Santo Cristo, la misteriosa imagen que sin gozar de belleza alguna y, por el contrario, producir rechazo, un día cualquiera empezó a sudar y a transformarse milagrosamente en el más vivo y conmovedor retrato de la pasión del Señor, tal como la conocemos hoy.
Esta maravillosa tradición unida a la magnífica construcción de su basílica, roban nuestra atención en esta entrega de Recorridos Sabana, desde la más preciada joya arquitectónica y mística del Valle de Ubaté.
Para entender la historia
Con una población que se acerca a los 50.000 habitantes, Ubaté es un privilegiado municipio de Cundinamarca, que gracias a su vocación agrícola y al creciente auge como productora de lácteos, es reconocida como la “capital lechera de Colombia”.
Ubaté que proviene del término muisca Ebaté, traduce “Granero” o “Semillero del Boquerón”. Lo anterior se explica, porque en la época precolombina, el poblado indígena se hallaba ubicado en el sitio llamado Boquerón, sobre la vía que conduce a Carmen de Carupa. Antes de la dominación que ejerciera en el territorio el Zipa Nemequene, Ubate fue sede del cacicazgo que llevaba su nombre.
La fundación de Ubaté se da el 12 de abril de 1592 por el oidor Bernardo de Albornoz. Para el año 1600 se contrata una primera obra de la iglesia, fruto de la visita del oidor Luis Enríquez. Para 1761, el curato de Ubaté ostentaba categoría de primer orden, contando con 700 indios y 1000 blancos y mestizos.
En 1836, es erigida como parroquia bajo la tutela de la Orden Franciscana, que estuvo al frente de la misma hasta 1897. El liderazgo de la Villa de San Diego de Ubaté fue tan marcado, que en 1866 fue creado del denominado Departamento de Ubaté, que comprendía los municipios de Carupa, Fúquene, Paime, Simijaca, Susa, Tausa, Sutatausa y Ubaté como capital. Para 1876, el departamento amplió su territorio hacia la región de Almeidas.
En cuanto al nombre, no existe ninguna información que acredite el origen del nombre de Villa de San Diego de Ubaté. Algunos afirman que pudo tomarse el nombre de un santo español, San Diego de Alcalá, patrono de los hermanos franciscanos legos y cuya devoción se extendió rápidamente en América Latina durante la conquista. Recordemos que la Comunidad Franciscana estuvo al frente de la parroquia de Ubaté varios años y el nombre de la Villa pudo haber sido adjudicado por estos religiosos, uniéndolo al de Ubaté. Pero no existe información oficial fidedigna al respecto.
Un Cristo que no inspiró devoción sino rechazo
Establecido el pueblo de indios en la naciente Ubate o Ebaté y construida la iglesia sobre el año 1600 por orden del oidor Luis Enríquez, los sacerdotes que regentaban este pueblo de Dios, pensaron en mandar esculpir una imagen de Jesús Crucificado, que presidiera las celebraciones litúrgicas de aquel poblado. Contratan para tal oficio a don Diego de Tapia quien era platero de profesión, personaje que se destacó por su habilidad en la fabricación de joyas en plata, pero que no era ni mucho menos escultor. Con algunos materiales propios de la época, modeló la imagen solicitada por la Orden de Frailes Menores.
El resultado no fue el esperado. Una imagen del tamaño de un hombre de buena estatura, pero muy tosca, desproporcionada, que ni siquiera tenía las señales propias de las heridas, llagas, cardenales, ni azote alguno que recordara la noche de su dolorosa pasión. En pocas palabras, y como lo refieren los cronistas, se trataba de una imagen que, más que devoción, despertó desprecio. Los frailes no sabían qué hacer con esa imagen tan fea y la movían de un lado a otro, sin hallar sitio fijo. Finalmente, la imagen terminó en una pared cerca del altar mayor, donde no fuera tan perceptible su fealdad.
Lo iban a quemar, pero… ¡misteriosamente se renovó!
Era entonces el año 1639. Los sacerdotes que debían procurar la correcta devoción hacia las imágenes sagradas, deciden deshacerse de tan malograda imagen, para lo cual debían echarla al fuego, propósito que por fortuna no lograron llevar a cabo.
En diciembre de ese mismo año, se contratan unas labores de dorado (hojillado) del retablo del altar mayor, por lo que tres sencillos oficiales de obra entran al templo con todos sus utensilios y herramientas, pero con el propósito de orar antes de iniciar sus trabajos.
Uno de ellos, fijó su mirada en el Cristo y con asombro se dio cuenta que la imagen sudaba en el pecho, el rostro y los codos. En medio del susto llamo a los otros dos compañeros, que de igual manera quedaron estupefactos. Dieron cuenta a los dos frailes que estaban en el lugar fray Francisco Verganzo y fray Martín Blazo. De inmediato trajeron algunos lienzos sagrados para limpiar con cuidado el sudor y en ese momento surge el milagro: a medida que retiraban el sudor, la imagen se iba perfeccionando de una manera increíble.
Ante ese suceso milagroso, colocaron de inmediato la imagen en un lugar más honroso, cerca del púlpito. A los pocos días volvió a sudar, esta vez de manera más abundante y surge un milagro aún mayor. La imagen carecía de todos los signos del martirio y de manera inexplicable fueron apareciendo las llagas, azotes, heridas que actualmente observamos en la imagen. El prodigio se fue repitiendo y a medida que exudaba aquel aceite, la imagen se fue transformando, renovando, hasta alcanzar una perfección que ninguna mente humana logra entender. Incluso el rostro del Santo Cristo, adoptó una mirada diferente, como de sufrimiento. Dicen quienes lo aprecian, que observan en la imagen, los mismos síntomas de un cadáver, con la lividez y gravedad propias de quien ha fallecido.
El Santo Cristo verdaderamente Milagroso
La renovación paulatina de la imagen del Santo Cristo y la aparición de sus llagas, no fue el único milagro. Después de estos hechos y ante la multitud de devotos que empiezan a llegar al templo, se empiezan a obrar grandes milagros y favores, que incluso la historia registra.
Un señor de nombre Mateo Gómez, por aquel entonces se hallaba comiendo en casa del corregidor. De repente, entró una mujer joven para alertarlo, ya que la imagen del Santo Cristo se había caído del sitio en que se hallaba. Presurosos salen corriendo hacia la iglesia, y se encuentran con un espectáculo que no podían creer. La imagen del Santo Cristo en efecto se había caído, pero permanecía flotando boca abajo, suspendida en el aire sin que se sujetara de nada. De inmediato y con especial reverencia, Mateo lo sujeta con un lienzo entre sus brazos y lo restituye en su lugar.
En otra ocasión, una sequía muy fuerte azotó al territorio de Ubaté. Los devotos se reunieron para hacer una rogativa y deciden sacar por primera vez la imagen del Santo Cristo del templo en procesión para implorar su ayuda. Sin embargo, tal propósito no se pudo cumplir, ya que de la nada cayó un aguacero tan torrencial por este territorio, que bastó para fecundar la tierra por un año completo con grandes y provechosas cosechas.
Cuentan que en otra ocasión, una peste terrible azotó a Ubaté. También deciden sacar la imagen del Santo Cristo en rogativa y en el acto de nuevo un fuerte aguacero cae del cielo, limpiando a todos los contagiados de su enfermedad y sanando sus dolencias.
Son apenas unos relatos, de las miles de historias milagrosas que se han conocido en torno a la imagen del Santo Cristo renovado de la Villa de San Diego de Ubaté.
Un templo digno del Santo Cristo
Luego de la milagrosa renovación de la imagen del Santo Cristo en 1639, los fieles devotos deciden construirle una hermosa capilla donde le colocaron solemnemente para ser venerado por quienes acudía a visitarle. Esto se debió dar en los años siguientes al prodigio de su transfiguración.
Pero casi tres siglos después y gracias al fervor tan significativo que la imagen despertó y ante los miles de promeseros y peregrinos que acudían al lugar, se decide la construcción de un nuevo templo que reemplace al antiguo templo doctrinero, con el espacio suficiente pero sobre todo con un sitial de honor para la milagrosa imagen del Santo Cristo.
A comienzos del siglo XX se presenta el diseño del arquitecto Luis María Ferreira, pero esos planos son modificados luego por el arquitecto holandés Antonio Stoute, con una propuesta más sencilla y elegante, con un estilo gótico flamígero con algunos detalles barrocos.
En 1927 se coloca y bendice la primera piedra e inicia la construcción que duró 11 años. Los exquisitos capiteles fueron obra del reconocido ingeniero y decorador Romelli junto con los pintores Eulogio y Jaime Rodríguez, que engalanaron el templo de manera magistral. En 1939 con la llegada de los vitrales fabricados en Bruselas (Bélgica), el templo quedó totalmente terminado.
Los trabajos de terminación de tan esplendoroso templo, se adelantaron gracias a la gestión de los sacerdotes Uriel y Gustavo Rodríguez, responsables de la parroquia desde 1931. El 27 de octubre de 1939 se efectúa la consagración y dedicación del nuevo templo, con la entronización de las reliquias de los santos mártires San Dignaciano y Santa Priscila.
La Casa del Santo Cristo: una joya arquitectónica
La Basílica del Santo Cristo de Ubaté, es una fascinante construcción de estilo gótico francés, en los que se destacan detalles como sus arcos de medio punto, los vitrales monumentales, agujas con estilo flamígero (como llamas de fuego), pisos de mármol, bóvedas con crucerías en tono azul y columnas cilíndricas con capiteles de estilo dórico.
En el centro de la basílica encontramos el retablo mayor en el cual está el camarín del Santo Cristo con sus puertas laterales de acceso y el altar mayor.
A los lados del altar mayor, se hallan dos bellísimos retablos tallados en madera, en uno de los cuales se encuentra la capilla del Santísimo. Remata el conjunto el púlpito ubicado en la parte derecha de la nave central, totalmente tallado en madera y guardando el estilo francés, donde el tornavoz remata en una aguja, similar a la del retablo mayor y a la aguja principal del frontis del templo.
Llama la atención el baptisterio, cuya escultura es del maestro Dídimo Rojas, quien se inspiró en el cuadro de Don Acevedo Bernal que se halla en la Catedral Primada de Colombia.
Se cuenta que a la entrada del templo, yacen enterrados dos tubos de cristal que contienen el acta de renovación del Santo Cristo.
La tradición de los Promeseros
Una de las tradiciones marcadas de la Villa de San Diego de Ubaté, es la de los promeseros, que datan de 1923. Miles de peregrinos, procedentes de Boyacá, Santander y Cundinamarca, acuden a la basílica, especialmente en los días cercanos a su fiesta (6 de agosto) para presentar al Santo Cristo sus peticiones, ruegos y súplicas.
Muchos llegaban en tren hasta la Villa de San Diego de Ubaté, desde poblaciones de Boyacá y Santander, otros llegaban en camiones y caballos. Era habitual que llegaran con sus tiples y guitarras cantando en honor al Santo Cristo, mientras recorrían las calles que conducen a la Basílica. Esta es una tradición que aún subsiste y se realiza en los primeros días de agosto, como antesala de las fiestas patronales.
Juan Pablo II la declara Basílica Menor
Ante la cantidad de fieles y de hechos milagros que se suscitan allí en el templo del Santo Cristo de Ubaté y en virtud de la majestuosidad del templo consagrado en 1939, el entonces Obispo de Zipaquirá, monseñor Rubén Buitrago Trujillo, inicia en 1989 las gestiones ante la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en la Santa Sede, para que tan magnífico lugar fuera elevado a la dignidad de Basílica Menor.
El fruto de esta labor, no la vio monseñor Buitrago quien falleció en ese mismo año de 1989. El 20 de marzo de 1992, el Santo Padre Juan Pablo II, firma el decreto por el cual le confiere la dignidad de Basílica Menor en honor del Divino Salvador, con los derechos y privilegios propios a que tiene lugar este Sacro Santo Templo. El 6 de agosto de 1992, tiene lugar la ceremonia de consagración de la nueva Basílica, de manos del señor Nuncio Apostólico en Colombia, monseñor Paolo Romeo.
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¿A qué hora puedo ir a misa en la Basílica?
Si usted visita la Basílica del Santo Cristo de Ubaté, puede asistir a las Celebraciones Eucarísticas en los siguientes horarios:
Lunes a jueves: 12:00 m. y 6:00 p.m.
Viernes: 7:00 a.m., 12:00 m. y 6:00 p.m.
Sábados: 12:00 m. y 6:00 p.m. (Primer sábado del mes: 6:00 a.m.)
Domingos: 6:00 a.m., 8:00 a.m., 10:00 a.m., 12:00 m. y 6:00 p.m.
¿Qué más puedo conocer en Ubaté?
Al llegar a la Villa de San Diego de Ubaté y luego de visitar al Santo Cristo milagroso en su preciosa Basílica, usted puede conocer otros sitios religiosos y de paisaje natural que sin duda le fascinarán y que sin duda son el valor agregado de tan memorable visita. Estos son algunos:
Convento de San Luis
Hermosa construcción de arquitectura colonial, que alberga el Noviciado Franciscano san Luis Obispo, el cual se halla ubicado sobre la vía que conduce al municipio de Carmen de Carupa. Allí se puede asistir a las Eucaristías, de martes a sábado, a las 7:15 am y los domingos 8:00 a.m y 10:00 a.m.
Capilla de Santa Bárbara
Ubicada en el cerro que lleva su nombre, se encuentra la capilla de Santa Bárbara, cuya construcción colonial data de finales del siglo XX obra de don Francisco de Paula Venegas. Es además un magnífico mirador que ofrece un paisaje único de la Villa de Ubaté y su extenso valle que se prolonga hacia el norte de Cundinamarca.
Chorros de Soagá
Ubicado en uno de los senderos ecológicos más importantes del municipio, a tan solo 3 km del centro urbano. Desde hace más de 100 años, la quebrada que forma estos chorros, constituía la fuente principal de agua de los ubatenses. Esta maravilla natural, se alimenta de afluentes como San Rafael, Santa Bárbara, El Chital, Las Aguilas, el Chuscal y Carbona.
Y para terminar unos versos…
Este es el texto original del soneto que la poeta y periodista colombiana del siglo XX, Silveria Espinosa de Rendón, le compusiera al Santo cristo de Ubaté el 16 de Julio de 1853.
Soneto al Santo Cristo
¡Qué diré yo, después de contemplarte,
Imagen de Jesús, imagen santa.
Si cuando el Sacro velo se levanta
Se derriten mis ojos al mirarte!
¡Si el labio tiembla cuando intenta hablarte!
¡Si de pavor se anuda la garganta!
¡Si el corazón palpita y se quebranta,
Y de ternura y de dolor se parte!
Diré de tus formas solo admiro
La expresión de ternura y sufrimiento,
Que en tus labios dejó el postrero suspiro;
Y que, si en ti se encierra un gran portento,
Mis ojos no lo ven cuando te miro,
El alma me lo dice en lo que siento.
Silveria Espinosa de Rendón
El prodigio se fue repitiendo y a medida que exudaba aquel aceite, la imagen se fue transformando, renovando, hasta alcanzar una perfección que ninguna mente humana logra entender. Incluso el rostro del Santo Cristo, adoptó una mirada diferente, como de sufrimiento.
Fotografías: Tomadas de redes sociales de la Basílica Menor del Santo Cristo de Ubaté