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Tejiendo historias: la monumental fachada de macramé y las cúpulas de lana que marcaron la FILBo 2025 gracias a los artesanos de Cogua y Sutatausa

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En el arranque de la FILBo 2025, no fueron las portadas ni los autores quienes se robaron la atención en los primeros días. Fueron las manos. Las de 19 artesanos de Cogua y un equipo de tejedores de Sutatausa que, con saberes transmitidos por generaciones, levantaron con paciencia y sin estridencias dos obras que hoy reciben y cobijan a miles de visitantes en Corferias. Ambas piezas, instaladas en el pabellón de España, son testimonio del poder del oficio, la memoria y la comunidad.

Frente al pabellón de España, país invitado de honor este año, se impone una fachada de macramé de más de ocho mil metros de cuerda tejida a mano. La cifra exacta no es un adorno: 8.329 metros, distribuidos en cinco tipos de nudos tradicionales, que fueron armados durante cuatro meses por 18 mujeres y un hombre del municipio de Cogua. Pertenecen a la Asociación ASOARTESCO y al colectivo Tributo Artesanías.

La instalación, que dialoga con la arquitectura del lugar sin renunciar a su esencia artesanal, incorpora entre sus tejidos las seis lenguas oficiales de España, enlazando lenguajes, identidades y territorios. El resultado no es solo visual: es simbólico. Se trata de una obra que, fiel al lema del pabellón “Tejer lenguas, contar mundos”, recuerda que el tejido no solo viste, también cuenta.

En otro rincón del mismo pabellón, estructuras de apariencia suave pero sólida se alzan como un refugio. Construidas con tela elaborada en técnicas de fieltro y telar por un grupo de artesanas y artesanos de Sutatausa. No se trata de un simple forro: allí hubo semanas de trabajo colectivo para procesar la lana desde su origen, sin atajos industriales. La textura final —blanca, rugosa, envolvente— transmite lo que fue el proceso: una labor que une manos y pies, tierra y saber.

La instalación, más íntima, invita a entrar, a mirar desde adentro. Es una experiencia sensorial, pero también comunitaria. La obra representa la sostenibilidad y la conciencia ecológica que atraviesa buena parte del discurso del pabellón español este año.

Ambas piezas recuerdan que lo hecho a mano no es menor. Que detrás de cada cuerda trenzada o hebra tejida hay una historia, una decisión, una forma de ver el mundo. Y que, por fortuna, aún existen ferias que saben darle valor a lo invisible: al tiempo que se necesita para hacer bien las cosas y al valor que tiene una obra que, sin tecnología ni artificio, logra conmover.

Ambas piezas, instaladas en el pabellón de España, son testimonio del poder del oficio, la memoria y la comunidad.

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