Dia Mundial de Concienciacion del Autismo
Gente

Sin etiquetas, solo llámenlo, Juan Pablo

“Cuando mi sobrino fue diagnosticado, mi familia y yo nos sentimos devastados, pero durante este mágico y maravilloso proceso nos hemos dado cuenta de que somos afortunados”.

Imagen/Cortesía.


ZIPAQUIRÁ, CUNDIMAMARCA.


Por: Claudia Stephanía Rodríguez.

 

Su nombre es Juan Pablo Rodríguez, en honor a mi papá, así lo quiso mi hermana. La espera de su nacimiento nos traía a todos medio locos, sobretodo porque sería un barón y a un hogar lleno de mujeres sí que le caería bien un hombrecito.

 

Eran mediados de 2016 y recuerdo entre charlas de pasillo en las salas del hospital, que imaginábamos junto a mi hermana como sería mi sobrino. Tal vez nos faltó creatividad y aspiraciones, pues ella quería un niño charlatán, yo por el contrario lo imaginaba con un gusto por el deporte, para que me acompañara en mis rutinarias salidas a trotar a la pequeña ciudad de Cogua todos los sábados en la mañana. Hablamos de lo travieso que sería, porque su mamá sí que lo fue en su infancia, pensábamos en su primer día de colegio y lo tierno que se vería con su pequeño uniforme, discutíamos sobre su crianza, desde el principio supimos que mi hermana sería estricta y ruda como lo fue conmigo cuando ayudo a cuidarme como buena hermana mayor, pero también sabíamos que yo lo malcriaría y consentiría al mejor estilo de “Edna moda”.

 

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Su nacimiento se dio en medio de un día soleado y hermoso, el 8 de octubre por primera vez tuve entre mis brazos al hombre más valioso y maravilloso que la vida me ha permitido conocer, naturalmente era un bebe feo (como todos al nacer) y de inmediato establecimos la forma de relacionarnos para siempre, ni el me soportaba, ni yo lo hacía tampoco. Así inicio la relación más toxica que hasta el día de hoy he llevado con un hombre. Al pasar los meses Juan Pablo crecía rápidamente e identificamos su gusto por la música, él amaba que yo le cantara las buenas rolas de la banda mexicana Molotov o por lo menos mi actuación lo hacía reír. Durante sus primeros meses me encantaba utilizar el cargador o canguro para salir a caminar con él en mis brazos, podía sentir su respiración en mi pecho, y su suave piel se rozaba con la mía, tal vez la caricia más pura. Me desesperaba escucharlo llorar en las noches, sin entender el porqué de su llanto, más aún si al día siguiente yo tenía que madrugar para ir a trabajar, mientras él se quedaba plácidamente durmiendo o viéndonos a todos trasegar cansados y adormilados, sé que él lo disfrutaba.

 

Tal vez el problema está en esperar demasiado de las personas, eso me lo enseñó él, anhelábamos sinceramente escucharlo hablar, verlo caminar y hacer todas las ridiculeces que hacen los niños, que nos emocionan tanto a los adultos. Pero con Juan Pablo no fue como lo esperábamos, sin duda otra cosa en la que odiosamente nos parecemos, nadamos contra la corriente. Mi Mamá que ya había criado muchos bebes a lo largo de su vida, a tan solo un año de vida del niño notaba deficiencias en su desarrollo, mi hermana y yo siempre le decíamos que Juan haría las cosas cuando él quisiera, sin embargo, el orden natural y común del desarrollo de los seres humanos en casi todas las etapas de la vida, nos fueron mostrando que el carecía de algunas habilidades como hablar, comer por sí solo, responder al llamado por su nombre, entre otras cosas, por el contrario reconocimos que él era sensible a algunos ambientes y que tenía comportamientos poco habituales, de ese modo mi hermana tomo la decisión de llevar al niño con los especialistas.

 

Fue un proceso largo, complejo y muy confuso, mi sobrino fue diagnosticado con Espectro Autista, es una condición relacionada con el desarrollo del cerebro que afecta la manera en la que una persona percibe y socializa con otras personas, lo que causa problemas en la interacción social y comunicación. El trastorno también comprende patrones de conducta restringidos y repetitivos. Juan desarrollo hábitos muy particulares, a veces incomprensibles, como el movimiento en círculo de sus muñecas, correr de un lado a otro, sentarse solo en una esquina durante mucho tiempo, apatía social y perder su mirada en un punto fijo. Del mismo modo él estableció formas de relación con cada uno de los miembros de mi familia, mi mamá, ósea su abuela es la persona a la que más afecto le demuestra, de ella se deja alimentar, bañar o realizar cualquier actividad de cuidado diario, por su parte mi hermana y hermano, ósea su mamá y su tío son las personas con las que juega, duerme, disfruta con ellos de ver televisión y actividades recreativas; sin embargo, su relación conmigo, ósea su tía, bueno es otro tema.

 

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El animal que menos me gusta es el gato, así que ese es el apodo que lleva mi sobrino, él es mi “gato”, cuando lo voy a alzar llora, me grita o en el peor del caso me jala el cabello, yo le respondo con un pellizco, un abrazo “quiebra huesos” o en el peor del caso un mordisco. Luego de que arreglo mi habitación él va corriendo de inmediato a desordenar mi cama y arrastrar mis libros (sabe que eso me enfurece).

 

Cuando llego suele ignorar mi saludo, sabe quién soy porque lo llamo como a un felino – “michico, michico”-Apenas escucha el crujir de un talego saliendo de mi bolso corre a mis brazos, fingiendo que me ama, pero es solo interés, aún así siempre le llevo algo para poder robarle un beso sin tanto esfuerzo. Yo no me quedo atrás en esta guerra, apenas me levanto cada mañana corro a despertarlo, me encanta quitarle sus galletas al desayuno y beber de su botilito el jugo especial que le hacen todos los días al bebe. También lo atormento con mis besos y abrazos excesivos y siempre que puedo lo empujo lejos de su tan amada abuelita.

 

Cuando mi sobrino fue diagnosticado, mi familia y yo nos sentimos devastados, pero durante este mágico y maravilloso proceso nos hemos dado cuenta de que somos afortunados, Juan Pablo es el niño más amoroso, cariñoso y noble que he visto. Sus hábitos hacen de su vida un mundo personal e introspectivo, realmente nada que envidiarle a la realidad problemática y monótona en la que los demás nos movemos.

 

Él tiene rutinas muy concisas y de las que disfruta, ama ver que los alimentos en su plato están separados, siempre se come el papita primero y en orden sigue con cada alimento por separado, nada revuelto. Sus muñecos favoritos nadie los debe tomar, intenta hablar, pero aún no lo desarrolla del todo, tampoco es indispensable, ahora sabemos que hablara cuando él lo sienta y necesite, sin embargo, intentamos estimularlo lo mejor posible, cumpliendo con sus terapias todos los días y su infaltable asistencia al jardín donde actualmente adelanta su proceso de aprendizaje. Lo más complejo de su condición es su trastorno de sueño, a veces se duerme a las 2 de la madrugada y se levanta a las 6 de la mañana nuevamente, duerme pocas horas al día y eso lo hace estar irritable, bueno el puesto nos lo peleamos porque yo también suelo ser irritable.

 

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De todo lo que soñamos con mi hermana que podría ser Juan Pablo, la vida nos premió con un poquito más, es un melómano, nos hace pasar horas viendo videos donde las personas bailan, le encanta que cantemos como si supiéramos hacerlo y no hay mejor parejo de baile que mi pequeño gato de 3 años, que entrelaza sus brazos en mi cuello como si no me quisiera dejar escapar, baila conmigo salsa, aunque de eso yo no sepa nada, pero a él no lo puedo pisar mientras entre mis brazos lo pueda llevar. Le encanta que bailemos electrónica, excepto si le pongo Blah Blah Blah de Armi Van Buure, inmediatamente empieza a llorar.

 

Juan pablo no es sociable, eso también me lo copió, detesta la multitud de gente, estar encerrado y con poco espacio, por eso en estos días de cuarentena, lidiar con sus estados anímicos, es similar a entender la guerra entre Venezuela y Estados Unidos, hoy si y mañana no.

 

Con mi gato comprendí que él no es menos inteligente que otros niños de su edad, tampoco es discapacitado, lisiado o limitado. Él tendrá las mismas oportunidades y muchas más que cualquier otro niño, de eso me encargaré yo. El no necesita etiquetas, no es retrasado, especial o cualquier otro calificativo, a él simplemente lo pueden llamar Juan Pablo, que yo mientras tanto siempre le diré “mi gato”.

 

Sus hábitos hacen de su vida un mundo personal e introspectivo, realmente nada que envidiarle a la realidad problemática y monótona en la que los demás nos movemos.

Extrategia Medios
Equipo de redacción de Extrategia Medios

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