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Nací, crecí y anduve por el mundo como un apasionado Camionero

La historia de don Guillermo es también la historia de miles de hombres y mujeres colombianos que, a menudo, dejan sus vidas, sus familias y el tiempo atrás, mientras recorren kilómetros desconocidos, viviendo a su manera… ¡Con el corazón palpitando con la fuerza de un motor!, y ¡una sonrisa que puede unir a cualquiera!

A continuación, compartimos el escrito de don Guillermo, quien, estando en su hogar, sintió la necesidad de expresar sus emociones al ver cómo su vida estaba cambiando bajo el nuevo rol de abuelo.

Guillermo Granados

NACÍ CAMIONERO

«Cómo pasa el tiempo».
Dejé mis mejores años en la carretera, ahí sentado tras un volante contemplando miles de noches y amaneceres, casi sin darme cuenta, dejé de ser aquel joven con tantas inquietudes, sueños y anhelos, dispuesto a comerme el mundo; mi cuerpo envejeció, mis sentidos dejaron de ser los mismos, pero lo que mantiene vivo a mi corazón son los recuerdos interminables de todas esas aventuras vividas, tantas anécdotas que les podría contar…
La carretera es tan inmensa que nunca la terminamos de conocer, para un camionero siempre habrá nuevos kilómetros por recorrer.
Pero el tiempo no perdona y hoy estoy aquí, de pronto me siento un poco extraño estar así, cuando mi vida fue siempre ser libre, mi misión ahora es cuidar de mis nietos, hermosa tarea, ayudar en los trabajos del hogar, (un poco o muy poco) tratando siempre de no ser una carga más.
En ocasiones me siento raro en mi propia casa, mi esposa me ve como a un extraño, se acostumbró tanto a mi ausencia, a solo recibir mis llamadas para saber si estaban bien o si necesitaban algo.
A veces siento que no encajo.
Mis viajes, a veces, eran tan largos que solo me daba tiempo para llamarla, nunca sabré si hice mal o hice bien, solo Dios lo sabe que lo que buscaba era bienestar para la familia y eso implicaba sacrificio.
Lo que ellos desconocen son las veces que me rodaban las lágrimas por mis mejillas al estar lejos de casa y sentir la nostalgia de no poder abrazar a mi hija en cada uno de sus cumpleaños, en una cena navideña o en algún festival escolar.
No sé, si en el fondo de sus corazones me reprochan el hecho de no haber estado con ellos en sus primeros pasos o para escuchar sus primeras palabras, inmerso en mi trabajo me perdí casi toda su niñez, mi esposa fue la que tomó el papel de padre y madre y créanme que lo hizo bastante bien.
Qué ironía de la vida, trabajas para acercar familias, pero te tienes que alejar de la tuya.
Pero me pregunto, qué tan malo sería eso.
Mi intención fue querer darles lo mejor, quería evitar que pasaran carencias, darles un techo y estudio a mi hija para que pudiera ser alguien en la vida.
Quise mucho ese montón de fierros, no tanto como a mi familia, pero, cómo no quererlo, si era mi única compañía, me cobijaba en noches de frío, veía mi sufrimiento cuando las cosas no iban bien, incluso me escuchaba hablar solo como loco, pacientemente, sin interrumpirme, solo se limitaba a escuchar, fue la base de nuestro sustento en todos estos años.
Amé mi trabajo con toda el alma.
Alguna vez alguien dijo: “quien hace lo que de verdad ama y le apasiona, no tiene que trabajar ningún día de su vida», indudablemente ese fue mi caso.
Yo escogí esta vida, yo sabía que sería difícil, estaba consciente de los riesgos que implicaba, pero la quise desde siempre y así la acepté.
Ahora, estoy aquí viviendo lo que me perdí en muchos años de trabajo, entregado a mis nietos, descansando y disfrutando.
Hoy doy gracias a Dios porque siempre cuidó de mí y me dejó terminar y volver de cada uno de mis viajes.
En el camino se han ido quedando muchos amigos, el convoy se hace cada vez más pequeño, me da mucha tristeza cada pérdida, pero es algo inevitable.
La carretera fue generosa, me dio mucho a ganar, la disfruté, pero amigos, no le pierdan el respeto, si te descuidas te puede quitar hasta la vida, no te arriesgues, vive tu pasión, aun así, sé prudente.
Familia, perdón por todas esas veces que no estuve, por todas las veces que falté, aun así, sobre todo por llevar en las venas y en el corazón la pasión por un camión, por ese montón de fierros que fue también mi otro gran amor, espero me perdonen, por haber elegido SER CAMIONERO…»
AMO A MI ESPOSA, A MI HIJA Y A MIS NIETOS.
Guillermo Granados

“Para un camionero siempre habrá nuevos kilómetros que recorrer”

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