Hallazgo en Nemocón revela una población extinta sin conexión genética con los pueblos actuales de Cundinamarca

Un análisis genético de restos humanos encontrados en Nemocón (Cundinamarca) cambia lo que se creía sobre los primeros habitantes del altiplano de Bogotá.

Esqueletos de dos cazadores-recolectores hallados en el sitio arqueológico de Checua (Altiplano de Bogotá). Foto: Ana María Groot, profesora de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNAL.
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El sitio arqueológico de Checua, ubicado en Nemocón (Cundinamarca), es fundamental para comprender el poblamiento temprano del altiplano de Bogotá. Allí se hallaron restos humanos que datan de hace casi 6.000 años, pertenecientes a un grupo de cazadores-recolectores cuyos linajes genéticos no tienen continuidad en las comunidades posteriores ni en los pueblos indígenas actuales.

Así lo confirmó la doctora Andrea Casas Vargas, investigadora del Instituto de Genética de la Universidad Nacional (IGUN), quien participó en el estudio publicado en Science Advances. “Estos individuos pertenecen a una población temprana aún no descrita, que desapareció sin dejar descendencia genética en las comunidades que habitaron posteriormente la región”, explicó.

Arqueología en Nemocón:

El análisis incluyó 21 restos óseos de cinco yacimientos, entre ellos Checua y Madrid, abarcando tres periodos distintos: cazadores-recolectores (6.000 años), Periodo Formativo (2.000 años) y Periodo Agroalfarero (época de la cultura muisca). Solo los más antiguos, especialmente los de Checua, mostraron una ruptura genética total con los grupos que llegaron después.

El profesor José Vicente Rodríguez Cuenca (izq.), del Laboratorio de Antropología Física, acompañó la documentación arqueológica de los restos analizados junto al equipo investigador. Foto: Andrea Casas Vargas, investigadora IGUN.
El profesor José Vicente Rodríguez Cuenca (izq.), del Laboratorio de Antropología Física, acompañó la documentación arqueológica de los restos analizados junto al equipo investigador. Foto: Andrea Casas Vargas, investigadora IGUN.

En contraste, los restos correspondientes a los periodos más recientes evidenciaron afinidad con poblaciones centroamericanas, particularmente de Panamá. Estos grupos habrían migrado y traído consigo nuevas formas sociales y tecnologías, como la cerámica, que caracterizaron el desarrollo cultural del altiplano.

El trabajo fue posible gracias al esfuerzo conjunto entre el IGUN y el Laboratorio de Antropología Física de la Universidad Nacional, quienes documentaron, conservaron y gestionaron el traslado de los restos a Alemania para la secuenciación completa de genomas. Este nivel de análisis permite reconstruir con mayor precisión la historia genética que estudios previos basados solo en ADN mitocondrial no podían revelar.

Además, la investigación tuvo un componente de diálogo con la Guardia Indígena Muisca, en un espacio de intercambio donde se reconocieron y respetaron los saberes ancestrales, reafirmando identidades desde la ciencia.

Interacción de los autores del estudio con el Cabildo Indígena Muisca para presentar los resultados respetando la historia, los valores y las tradiciones locales. Foto: Andrea Casas Vargas, investigadora IGUN.

Finalmente, el estudio demuestra que el poblamiento del altiplano no fue lineal ni continuo, sino que involucró oleadas distintas de poblaciones con orígenes variados, un dato fundamental para comprender la compleja historia ancestral de Colombia.

Vista panorámica del altiplano, las tierras altas que rodean a Bogotá. Foto: profesor William Usaquén, IGUN.

Se hallaron restos humanos que datan de hace casi 6.000 años, pertenecientes a un grupo de cazadores-recolectores cuyos linajes genéticos no tienen continuidad en las comunidades posteriores ni en los pueblos indígenas actuales.