Zipaquirá

Hace Diez Años…

Luis Jairo Galeano Pedraza

Profesor Universitario

  

Recuerdo que aquel Viernes 6 de Noviembre de 2009 – hace exactamente diez años – me encontraba en Tunja, en la Universidad Santo Tomás, salía de clase cuando a eso de las 10:30 de la noche, me llamó Marco Antonio Venegas (q.e.p.d.) a informarme que se estaban “tomando” el Hospital; tal era su angustia y estaba tan alterado que hablaba de manera atropellada e incoherente, tuve que hacerle repetir de qué me hablaba pues lo primero que se me ocurrió pensar fue que un grupo de bandidos encapuchados y armados habían tomado por asalto el Hospital con el fin de llevarse todo lo de valor que allí se encontraba. Pero no, no era eso, aunque sí algo parecido; más calmado me explicó que un grupo de funcionarios del Hospital La Samaritana habían llegado a esa hora, habían ingresado a las oficinas violentando las cerraduras de las puertas de las oficinas y ya adentro habían procedido a confiscar documentos y equipos que en cada una de ellas se encontraba colocando luego al salir, cintas de sellado a la entrada que impedía el ingreso de cualquier persona.

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Triste final fue aquel para una Institución que durante más de cien años había construido toda una historia de servicio de salud, no solo en Zipaquirá sino en toda la región. Nunca supe si el director de aquel entonces, Jorge Conde, o los miembros de la Junta Directiva estaban enterados de que aquella noche se produciría “la toma”; por mi parte y a pesar de haber participado en múltiples reuniones en la que se debatió la decisión del tristemente recordado gobernador de la época Andrés González de liquidar la E.S.E. Hospital Regional San Juan de Dios de Zipaquirá para convertirlo en una Unidad Funcional dependiente del Hospital La Samaritana, por mi parte reitero, no estaba enterado y ni remotamente sospechaba siquiera que tal acción se produjera en esas condiciones.

 

Hoy no es tiempo de rasgarnos las vestiduras y como se dice, llorar sobre la leche derramada, pero si, después de diez años de funcionamiento de ese modelo de administración, hacer una evaluación del resultado de tal decisión y, sin necesidad de exhaustivos análisis y verificación de indicadores, recurriendo a quienes han tenido experiencias con el servicio, poder calificar con objetividad la calidad de éste y establecer si fue acertada o no dicha determinación. Hice la tarea: hablé con algunas personas, pacientes y funcionarios y en general el resultado podría calificarse de aceptable, hay quejas de excesiva demora en la asignación de citas en consulta externa y no le va bien al servicio de urgencias, me aseguraron que la atención en ésta área está entre 3, 4 y hasta 5 horas, además que hay escases de equipos, camillas, medicamentos y hasta de personal hospitalario, lentitud en procesos administrativos: registro, ingreso, solicitud de autorizaciones, traslado de pacientes, etc., a lo que se adiciona que la sala de espera es reducida, problema éste que me confirmaron está en trámite de solución. En cuanto a la atención del personal médico se valora su entrega, compromiso, profesionalismo y me consta porque lo constaté durante el año y medio que estuve allí, que ejercen su tarea con dedicación y alto sentido ético, incluso el personal de enfermería del que se quejan por su falta de sentido humanitario y respeto por los pacientes, sé que hacen su mejor esfuerzo a pesar de la limitación de recursos de que disponen.

 

Se ha considerado por muchos, desafortunada la decisión del Gobierno Departamental de aquel entonces de liquidar el Hospital y “reducirlo” a una simple Unidad Funcional de La Samaritana, como desafortunada también dicen fue la actitud sumisa, dócil y obsecuente de quienes tenían el poder y la posibilidad, de si no oponerse a ella, al menos atender y analizar los argumentos de quienes con cifras en mano pretendimos evitar la liquidación del Hospital; todo fue inútil, no valieron las razones suficientemente sustentadas ante el Gobernador, según él, un estudio contratado para el efecto arrojaba la inviabilidad de la Institución en el mediano plazo; pero como se sabe, los estudios como las encuestas, arrojan los resultados que desean los que los pagan.

 

En las múltiples reuniones adelantadas para “ambientar” la decisión, se aseguró que la intención era repotenciar el Hospital y casi firman sobre piedra, que a través de La Samaritana se dotaría la Unidad Funcional de nuevos equipos médico-quirúrgicos, ambulancias, remodelación y ampliación de la planta física, construcción de la UCI, mejoramiento del servicio de urgencias, ampliación de la planta de personal médico, nuevos equipos radiológicos, sistematización de procesos y procedimientos, dotación de equipos tecnológicos, etc., todo ello con la intención de optimizar el servicio de segundo nivel que prestaría la Unidad, el cual se complementaría con el servicio de tercero y cuarto nivel que prestaría el Nuevo Hospital en ese momento en proyecto. Al final y presumiendo perdida la batalla, se sugirió contemplar la constitución de una APP, para que en alianza estratégica con una entidad privada, de reconocida experiencia y comprobada idoneidad, se concluyera el proyecto del Nuevo Hospital y ella lo operara sin romper la línea conductual de servicio entre la Unidad Funcional Zipaquirá – Nuevo Hospital – Samaritana Bogotá; así se esperaba superar  el temor que cerca de cien cargos médico-administrativos, un presupuesto que rondaría los $300.000 millones más otro tanto por inversiones faltantes, el Nuevo Hospital se constituyera en apetitoso plato para la clase política. La idea si bien se consideró, no prosperó.       

 

Ya por estos días – diez años después -, se inauguró y se puso en marcha el funcionamiento del Nuevo Hospital (es como la tercera o cuarta inauguración?), sin embargo, en este mismo medio el pasado 1 de octubre se daba a conocer una relación de faltantes indispensables para su normal funcionamiento y que van desde el inventario físico inicial, la necesidad de contar con proveedores para el suministro de alimentación, gases medicinales, dotación de hotelería, tratamiento de residuos químicos, material de apoyo clínico, licencias de equipos de cómputo y hasta canecas y manejo de residuos hospitalarios, muchos de éstos elementos repito, básicos para su puesta en funcionamiento; a la fecha aún no se sabe si ya todo está listo o si habrá necesidad de una prórroga para el inicio formal de labores y por consiguiente se requerirá otra inauguración pero ya por parte del Nuevo Gobierno.      

 

Finalmente, definida La Samaritana como operador del Nuevo Hospital de Zipaquirá y a la vez operador de la Unidad Funcional, y aunque tengo las mejores referencias de la calidad del servicio que presta esa Entidad en Bogotá, hice eco a las dudas que han surgido sobre las posibilidades de éxito que tendría su gestión al asumir tan importante papel; me atreví entonces y con el fin de contrarrestar tales dudas y evitar hacer juicios prematuros, a revisar su gestión a través de la mejor herramienta de medición que se utiliza para ese efecto: sus resultados financieros y encontré que en el 2018 tuvo una Pérdida Operacional de casi $9.800 millones con una destrucción de valor de cerca de $3.300 millones; a Septiembre 2019 últimos Estados Financieros  reportados, dicha Perdida Operacional asciende a más de $5.200 millones.  Si bien la mayoría de E.S.E.´s en el país no muestran resultados satisfactorios – salvo las privadas -, podrá La Samaritana con esos resultados, ¿asumir con suficiencia y eficiencia una carga operativa como la que se le espera con el Nuevo Hospital de Zipaquirá? La conclusión la dejo a los lectores.

Extrategia Medios
Equipo de redacción de Extrategia Medios

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