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¿El papa más rebelde? Las frases que sacuden a creyentes y escéptico

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Jorge Mario Bergoglio, el papa que llegó “del fin del mundo”, ha muerto. Su paso por el Vaticano no solo será recordado por gestos simbólicos o decisiones administrativas, sino por una forma de hablar que desafió el molde papal. Con frases inesperadas, muchas veces polémicas, logró sacudir la institución desde adentro. Su voz, aunque ahora en silencio, seguirá resonando.

Durante su pontificado, Francisco se convirtió en un referente que incomodaba a propios y extraños. No por capricho, sino por una forma de mirar el mundo desde las periferias, incluso desde las grietas de la propia Iglesia. En 2013, apenas comenzaba su papado, cuando respondió con una frase que lo marcaría: “¿Quién soy yo para juzgar?”, refiriéndose a personas homosexuales que buscan a Dios. No ofrecía una solución, pero sí habría un espacio. Y eso, en el Vaticano, ya era revolucionario.

En su encíclica Laudato Si’, denunció con firmeza los daños provocados por el modelo económico dominante. Para él, la crisis ecológica no era solo un tema de científicos, sino una urgencia espiritual y social: “Esta economía mata”, dijo, sin rodeos. Ese tipo de afirmaciones, poco habituales en el lenguaje pontificio, mostraban un liderazgo que no le temía al conflicto.

A los jóvenes les hablaba como quien ha visto el desencanto de cerca. “No se dejen robar los sueños”, insistía, en encuentros públicos y privados. No era una frase decorativa, sino una consigna: soñar, para Francisco, era resistir a un sistema que aplasta posibilidades.

En uno de los terrenos que más conocía —el fútbol—, también dejó enseñanzas. Para él, el deporte era escuela de humanidad, y lo dijo sin vueltas: “En el fútbol, como en la vida, nadie se salva solo”. Más allá del deporte, era una lección sobre comunidad, sobre ética compartida, sobre la necesidad de jugar en equipo, incluso en una Iglesia llena de jerarquías.

Pero quizás su frase más valiente fue sobre la institución misma: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir, que enferma por encerrarse”. Con ese retrato crudo, Francisco no escondía las fallas del catolicismo, sino que las enfrentaba. Para él, el riesgo era parte del camino, y la comodidad, un síntoma de decadencia.

Su voz, aunque ahora en silencio, seguirá resonando.

Foto portada: Imagen de referencia tomada de https://depositphotos.com/es/ 

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