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Anita Forero de López, una gran maestra que enseñó con todo el amor y el alma

“Ser Maestra es lo más divino, es ver a los niños abriendo sus ojitos para la ciencia, la virtud y la fe”.

“Si la vida se detuviera un instante y me dieran la posibilidad de escoger una profesión… no dudaría en otra diferente a ser educadora, pues desde muy pequeña jugaba a enseñarle a las muñecas y a las gallinas que tenia  mi abuelita, les hacía dibujos en una pizarra pequeñita que tenía; ¡es lo más grande que ha podido pasar!, me dieron todos los ascensos que yo necesité en estos 49 años de enseñanza y estoy realmente satisfecha de haber desarrollado lo máximo, efectivo y oportuno para los niños”.

Anita Forero de López, llegó a este mundo hace 91 años en el municipio de Cogua, Cundinamarca, pero a los 8 días de nacida sus padres decidieron mudarse a la ‘Capital Salinera de Colombia’ y fue así como desde ese mismo momento se formó como “Maestra antes que mujer”, como ella misma menciona, al reconocer que la docencia corría por sus venas desde sus primeros años.

Escudriñando entre los recuerdos, esta educadora trae a memoria, esos primeros acercamientos a la docencia, que la llevó a ser condecorada por el mismo presidente de Colombia Misael Pastrana como “Mejor Maestra de Cundinamarca” en el año de 1972, entre muchas otras que recocían su amor, vocación y servicio. Sus primeras alumnas eran una mezcla de sonidos del campo y la ternura del trapo; por un lado, las gallinas de su abuela y las muñecas que le regalaban hacían parte de las charlas de una pequeña de 5 años, frente a una pizarra en la que dibujaba garabatos y les explicaba cómo debían afrontar la vida.

“Si la vida se detuviera un instante y me dieran la posibilidad de escoger una profesión… no dudaría en otra diferente a ser educadora”.

De la fantasía del pequeño pizarrón, que en ocasiones estropeaban las gallinas, cuenta Anita o Ana María (su nombre de pila), mientras se dibuja una leve sonrisa en sus labios, llegó el tan anhelado día de iniciar sus estudios en el Colegio Nuestra Señora del Carmen de la Señorita Robayo, que la acogió con mucho amor y del que se despidió más tarde para ir al Colegio del Perpetuo Socorro de Blanca Sánchez de Pardo, donde culminó su primaria.

Para el desarrollo de su bachillerato, emprende un corto viaje al municipio de Nemocón, para seguir su formación académica, esta vez, en el Colegio de las Terciarias Dominicas, del que a la edad de 16 años termina graduada y con el sueño de estudiar Docencia, pero a petición de su padre desarrollaría sus estudios en la capital del país.

Inicialmente, se inscribió al Instituto Central Colombiano, pero la disciplina del lugar no le gustó, ni mucho menos la idea que no había magisterio; así que, con mucha rapidez decidió que la Normal Superior de Bogotá sería el lugar perfecto para aprender las herramientas que jugarían a su favor, en un juego que combinaba la vocación y amor por los niños.

Habiendo arrancado su formación, Anita vivió una de las épocas más duras de la violencia en Colombia, como fue el 9 de abril de 1948, pues justo el día en que el suelo capitalino se tiñó de sangre, la joven zipaquireña se encontraba en clases en la Normal, ubicada frente a la Cárcel de La Picota. El caos se apoderó de las gentes y cuenta ella, se podían ver los policías que custodiaban el centro carcelario, salir corriendo a esconderse en el segundo y tercer piso del colegio.

Recuerda que, “nos quedamos durante tres días, en los que el horror se tomó las calles bogotanas, fueron largos días de angustia sin dudarlo y en los que la comida se redujo a arroz, panela y el fiambre que los padres de familia llevaban a las alumnas; pero del que, gracias a Dios solo quedan simples recuerdos”.

“Nos quedamos durante tres días, en los que el horror se tomó las calles bogotanas, fueron largos días de angustia sin dudarlo y en los que la comida se redujo a arroz, panela y el fiambre”.

Al terminar ese duro año para el país, se graduaba como Maestra y sus ilusiones por impartir conocimiento estaban a rebosar, así que sin pensarlo tanto decidió aceptar la propuesta de intercambio con otras maestras de un municipio ubicado a 117 km Bogotá, al no haber plaza de empleo en Zipaquirá.

La vereda Chorrillo del municipio de San Juan de Rio Seco, abrió sus puertas a una joven y muy guapa Maestra quien ansiaba desarrollar su primer trabajo con niños y niñas. En aquel lugar, le fue entregada la escuela del sector, construida por José David López Pardo, quien se convertiría años más tarde en parte de su familia. Las adecuaciones y la puesta en marcha de la primaria en ese rincón de la ‘Tierra del Cóndor’, estuvieron a cargo de esta joven de tierra fría, pero de corazón impetuoso, quien logró enseñar diferentes materias por cerca de 5 años.

Aquel fue un buen inicio para la zipaquireña, que estaba totalmente entusiasmada con el clima de San Juan de Río Seco, con poder contribuir al desarrollo físico como mental de sus estudiantes y con la dicha de llevar educación a los niños de las zonas rurales. Pero la violencia que por esa época se vivía entre liberales y conservadores, y un episodio bastante fuerte, como lo fue la muerte de 6 personas de una misma familia que vivía cerca de la escuela la impulsó a tomar la decisión de decir: “yo me voy con mis tres hijos”.

Empacó maletas llenas de ilusiones, agarro las manos de sus hijos y regresó a su ‘Tierra Salinera’, donde más adelante y luego de solicitar su nombramiento como Recaudador de impuestos, también regresó su esposo Ángel Antonio López. De vuelta Zipaquirá, la maestra, afianzó su fortaleza sus vínculos familiares y sus raíces, reconociendo que debía seguir ejerciendo aquí su profesión.

Su reto inicial fue la fundación de la Concentración de San Juanito, como petición de Monseñor Tulio Talero Salazar, Obispo de la Diócesis de Zipaquirá y en trabajo colaborativo con los líderes comunales del sector. Inicialmente la escuela funcionó en una casa prestada, que necesitó mucha adecuación para beneficiar a los niños de los barrios altos de la ciudad, labores que la mantuvieron allí por dos años.

“Empacó maletas llenas de ilusiones, agarró las manos de sus hijos y regresó a su ‘Tierra Salinera’… afianzó su fortaleza en sus vínculos familiares y sus raíces, reconociendo que debía seguir ejerciendo aquí su profesión”

Al llegar su reemplazo para la escuela, la Maestra es nombrada directora de la Concentración República del Brasil, cargo que ejerció allí durante 20 años, logrando gestionar recursos para su buen funcionamiento e invitando en varias ocasiones a los embajadores de ese país en Colombia.

Visitas que se convertían en un corredor de juguetes, detalles y mucha alegría para las estudiantes, recuerda Anita con un toque de nostalgia; una labor que avivó su vocación como Maestra, que como ella menciona: “es con el alma que se enseña… las niñas hacen caso cuando ven ese amor para con ellas y es así como las Maestras se convierten en una segunda mamá”.

Allí también, inquieta por abrir nuevos espacios para que más ciudadanos pudiesen acceder a la educación, decide crear en convenio con el SENA para los empleados de las industrias de sector como Planta de Soda, Peldar y Malterías; la formación en primaria contaba con un horario nocturno de 7:00 a 10:00 de la noche, una estrategia que duró cultivando por cerca de 3 años.

Su prosa, carisma, deseo de ver una sociedad construida en la igualdad y en la garantía del acceso a la educación, la llevaron también a ser quien diera la bienvenida oficial al presidente John F. Kennedy a la Catedral de Sal de Zipaquirá en 1961.

Se puede contar entre sus retos estuvo la fundación del Colegio Gabriela Mistral, del que también fue directora, un sueño que realizó gracias al apoyo de sus colegas Bertha de Cuellar y María Delia Medina de Kuan.

Los cargos a nivel administrativo golpearon las puertas de este colegio, llevando a la Maestra Anita a ocupar durante cinco años en la Alcaldía Municipal, acciones de supervisión, control y desarrollo de estrategias educativas que impulsaron a Zipaquirá en altos aspectos pedagógicos, en ese entonces, bajo la dirección de la Oficina de Educación como jefe de grupo del magisterio de Zipaquirá.

“Entre sus retos estuvo la fundación del Colegio Gabriela Mistral, del que también fue directora; un sueño que realizó gracias al apoyo de sus colegas Bertha de Cuellar y María Delia Medina de Kuan”.

Esta tarea logró trascender a escenarios departamentales y gracias a su profesionalismo, respaldo y aval de los maestros zipaquireños, Anita se desempeñó como Supervisora de Educación de Cundinamarca hasta su jubilación, tarea que según comenta, “constaba en visitar diferentes municipios, identificar las condiciones educativas en infraestructura y cuerpo docente, para fortalecer el panorama educativo de todo el Departamento.

Dentro de la tarea de los procesos educativos, las causas sociales afloraron en el día a día de esta Maestra, que amó con fervor la instrucción más allá de la escuela y es la que traspasa los muros y se guarda en el corazón. Entonces en pro de sus principios de vida y familia, decide junto a su esposo hacer parte del Club de Leones de Zipaquirá, una entidad dedicada a la creación de programas sociales, como bandera de su organización.

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Los días de descanso llegaban para Anita y el entusiasmo por visitar tierras europeas, la contagiaron tanto que terminó tomando un vuelo, que la aterrizó de vuelta al sector financiero zipaquireño en 1985, donde gerenció la Compañía Inversiones S.A en reemplazo de Germán Hurtado. Aunque recuerda que no tenía mucha idea al comienzo, el aprendizaje, la honestidad y la perseverancia la acompañaron durante los 12 años en este cargo logrando ejecutarlo exitosamente.

A la par de su cargo administrativo, fue nombrada secretaria de la Asociación Bancaría de Zipaquirá, título que hasta hoy conserva, pues luego de su salida de este cargo no se retomaron las actividades.

Aunque la carrera de una Maestra jamás se acaba, el Colegio María Auxiliadora se convirtió en el último escenario educativo del que hizo parte Anita Forero de López, donde impartiendo la clase de Comportamiento, labor que desarrollaba por días, a la par de sus labores financieras. Respeto por el cuerpo, alas de pollo con tenedor, manejo de etiqueta

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Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, esta ilustre zipaquireña ratifica que, “Ser Maestra es lo más divino, es ver a los niños abriendo sus ojitos para la ciencia, la virtud y la fe; eso para mí solamente lo llegué a trabajar con la primaria, mis niños eran mucho”.

Hoy esta maestra goza del acompañamiento una magnífica familia, compuesta por 6 hijos (4 hombres y dos mujeres), 12 nietos y 6 bisnietos, aunque la tristeza se hace evidente cuando habla de la partida de su esposo en el año 2000; es líder activa de las reuniones con la Asociación Maestras Pensionadas de Zipaquirá, donde desde hace 20 años es la presidenta, y de la que recuerda con gran afecto a sus compañeras Georgina Nibia, Lola de Pinzón, Teresa Delgado, Elba de Gallego y al maestro José Antonio Tello, por su disposición, compañerismo y excelencia como docente.

“Ojalá, yo tuviera más tiempo para contar paso a paso de todo lo que hice en mi vida, pero necesitaríamos 10 o 15 años, para poder explicar cómo se vive de una vocación de amor y servicio a través de la enseñanza”.

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“Hoy esta maestra goza del acompañamiento una magnífica familia, compuesta por 6 hijos (4 hombres y dos mujeres), 12 nietos y 6 bisnietos”.

Extrategia Medios
Equipo de redacción de Extrategia Medios

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