La inseguridad es una consecuencia, fruto del manejo corrupto que le están dando los gobernantes (gobernadores, alcaldes y presidente) a los dineros recaudados de los impuestos.
Desde este punto de vista, lo que se debe atacar no es la inseguridad, que generalmente se hace de una manera represiva, llevando a la cárcel a quienes cometen delitos, que en la mayoría de los casos son personas de los estratos más bajos de la sociedad. A quienes se deben llevar a la cárcel es a los corruptos que son quienes la generan.
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Los colombianos estamos acostumbrados a atacar consecuencias y no causas. Por esta razón, los políticos corruptos continúan gobernando con actitudes propias de la delincuencia, destruyendo la democracia y la convivencia ciudadana.
Mi propuesta ha sido gobernar con ética, transparencia y austeridad en el presupuesto público, aplicando el mayor porcentaje a los estratos más bajos, que son las victimas del abandono y la traición.
Paralelamente, he implementado programas verdaderos de resocialización para aquellos ante la imposibilidad de acceder a los servicios básicos (salud, vivienda, educación…) de un ser humano, han tenido que recurrir a acciones desesperadas de supervivencia como el delito.
Aunque el problema tiene en este momento proporciones abismales, la solución es muy sencilla: solo basta destituir a quien gira los dineros del Estado para desaparecer la violencia, la inseguridad y la guerra. Si el alcalde, el gobernador y el presidente son personas éticas desaparece la corrupción, y como consecuencia de ellos, también desaparece la inseguridad.