En Bogotá y sus municipios aledaños, donde el vaivén del tráfico muchas veces oculta historias paralelas, un hombre pasaba desapercibido como cualquier conductor de taxi. Recorría las calles, recogía pasajeros, cumplía turnos largos. Sin embargo, su verdadero papel comenzaba cuando el reloj marcaba el final de la jornada laboral. Entonces, estos territorios eran testigos silenciosos de su transformación: ya no era solo un taxista, sino el líder de una banda dedicada al hurto sistemático de tiendas D1 en la capital y municipios vecinos.
Alias ‘El Taxista’ tenía una sentencia condenatoria vigente por hurto calificado y agravado. Aun así, seguía manejando el vehículo que alquilaba como cualquier otro prestador de servicio. Durante el día transportaba usuarios, pero al terminar sus turnos, recogía a sus cómplices y recorría zonas populares de Bogotá y Cundinamarca para identificar puntos vulnerables. La organización, conocida como Los Mercantes, actuaba principalmente en las localidades bogotanas Rafael Uribe, San Cristóbal, Ciudad Bolívar, Engativá; y los municipios de Cundinamarca Soacha y Cajicá.
Durante cerca de cuatro meses, investigadores de la Policía Metropolitana de Bogotá siguieron sus pasos. Lo que comenzó como una denuncia aislada por parte de un trabajador de una tienda, se convirtió en la pieza clave para desenredar una red que operaba con un modus operandi meticuloso: no siempre robaban en grupo completo, se rotaban los roles, usaban la misma vestimenta y preferían actuar en parejas para despistar a las autoridades.
La Policía logró conectar al menos nueve hurtos. En todos, el patrón se repetía. Uno ingresaba al local, observaba, señalaba. Luego entraban los demás, intimidaban con un arma o herramienta y huían en el taxi que esperaba encendido en las afueras. El conductor no solo era el encargado de la fuga: también era quien planeaba cada golpe. Era el estratega, el que elegía el momento, el lugar y los compañeros.
En diciembre del año pasado, dos de los cinco miembros fueron capturados en flagrancia. Este fue el punto de partida para fortalecer la investigación: cámaras de seguridad, álbumes fotográficos y el cruce de testimonios permitieron establecer la identidad y el vínculo entre todos los implicados. Cada uno tenía una función clara. Uno intimidaba con un arma de fuego incautada durante los allanamientos; otro, apodado el Mecánico, usaba destornilladores para abrir las cajas registradoras.
Las capturas se lograron mediante tres diligencias de allanamiento en el sur de Bogotá. La Fiscalía les imputó cargos por Concierto para Delinquir y Hurto Calificado. Desde entonces, no se han registrado nuevos hechos delictivos relacionados con esta estructura, lo que sugiere que fue desmantelada en su totalidad.
Ya no era solo un taxista, sino el líder de una banda dedicada al hurto sistemático de tiendas D1 en la capital y municipios vecinos.
Foto portada: Captura. Autoría: Policía de Bogotá.