La Organización Meteorológica Mundial (OMM) puso nuevamente a “La Niña” en el centro del debate climático global. Según sus evaluaciones más recientes, existe una probabilidad del 55 % de que durante los próximos tres meses se configure un episodio de La Niña de intensidad débil, un fenómeno que, aunque moderado, tiene la capacidad de alterar los patrones meteorológicos y climáticos en numerosas regiones del planeta.
El anuncio se produce en un contexto marcado por la persistencia del calentamiento global. Si bien La Niña suele asociarse con un descenso temporal de las temperaturas medias globales, los modelos climáticos advierten que, incluso bajo este escenario, continuarán registrándose temperaturas superiores a lo normal en amplias zonas del mundo.
Para los expertos, este contraste refleja el peso acumulado del calentamiento global sobre el sistema climático, capaz de atenuar o distorsionar los efectos naturales de estos fenómenos.
Un fenómeno que reorganiza el clima
La Niña forma parte de la variabilidad climática natural del planeta y se manifiesta como un enfriamiento a gran escala de las aguas superficiales del océano Pacífico ecuatorial, principalmente en sus sectores central y oriental. Este enfriamiento no se limita al océano: desencadena una serie de ajustes en la atmósfera tropical que modifican la circulación de los vientos alisios, los patrones de presión y el comportamiento de las lluvias.
Como resultado, algunas regiones del mundo pueden enfrentar precipitaciones por encima de lo habitual, mientras otras experimentan periodos prolongados de sequía. Estos contrastes explican por qué La Niña es observada con atención por sectores como la agricultura, la gestión del agua, la energía y la planificación del riesgo.
El umbral climático ya está cerca
De acuerdo con los Centros Mundiales de Producción de Predicciones Estacionales de la OMM, hacia mediados de noviembre de 2025 los indicadores oceánicos y atmosféricos ya se situaban en el umbral previo a la instauración de La Niña. Las proyecciones para el periodo comprendido entre diciembre de 2025 y febrero de 2026 indican que existe un 55% de probabilidad de que ese umbral sea superado, dando paso a un episodio formal del fenómeno.
Aunque los especialistas lo clasifican como un evento débil, su posible aparición obliga a reforzar los sistemas de seguimiento climático, ya que incluso variaciones moderadas pueden amplificar riesgos en territorios vulnerables.
Riesgos y preparación: el reto para gobiernos y comunidades
El posible desarrollo de La Niña subraya la importancia de mantener estrategias permanentes de vigilancia y preparación, especialmente en regiones propensas a inundaciones, deslizamientos, sequías o afectaciones a la seguridad alimentaria. Para los organismos internacionales, la anticipación es una herramienta fundamental para reducir impactos sociales, económicos y ambientales.
Gobiernos, autoridades locales y sectores productivos están llamados a integrar estas previsiones en sus planes de gestión del riesgo, mientras las comunidades deben contar con información clara y oportuna que les permita prepararse frente a escenarios climáticos variables.
Un clima cada vez más complejo
El seguimiento continuo de los indicadores de La Niña no solo permitirá anticipar impactos en el corto plazo, sino también comprender cómo el cambio climático está alterando la dinámica de los fenómenos naturales. La combinación entre variabilidad climática y calentamiento global plantea un desafío creciente para la ciencia y la gestión pública.
En los próximos meses, la evolución del Pacífico ecuatorial será observada de cerca. De esa vigilancia dependerá, en buena medida, la capacidad de los países para reducir riesgos y proteger a sus poblaciones frente a un clima cada vez más impredecible.
El impacto potencial incluye lluvias intensas, sequías
prolongadas y presión sobre la seguridad alimentaria.












