Fotografía: Extrategia Medios. Los tradicionales faroles, también son protagonistas en la noche de las velitas
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La noche de las Velitas, una tradición de 167 años

¿Quién de nosotros no espera todo un año para que llegue el día de las velitas? Creo que todos o por lo menos la gran mayoría, lo anhelamos. La noche de las velitas, como popularmente denominamos al 7 de diciembre, conserva unas tradiciones muy marcadas en nuestro país, como comienzo oficial de las fiestas de fin de año.

Es la noche en que, liberados de los trabajos, tareas, exámenes y demás actividades propias de la vida escolar, los niños felices corretean entre las luces multicolores de velas, que adheridas a los andenes de las viviendas, saludan alegres a la Navidad con su resplandor. La música, la comida, los juegos artificiales y todo aquello que representa diciembre, se apodera del ambiente. Los abuelos con nostalgia, recuerdan incluso entre lágrimas, las épocas del olor a caucho quemado, de los frailejones ardiendo en deslumbrantes hogueras, de las viejas banderas blancas colgando de los dinteles de las puertas, de la esponjilla atada a un alambre, que al prenderle fuego y girarla en vueltas interminables, llenaba el negro firmamento de chispas infinitas, como queriendo adicionarle estrellas, pero ante todo de la noche santa en honor a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora. Pero en realidad ¿qué es lo que celebramos el 7 de diciembre?

Fotografía: Extrategia Medios. La tradición de las velitas nació en la noche del 7 de diciembre de 1854, en vísperas de la promulgación del dogma de la Inmaculada Concepción por el Papa Pío IX.

Para entenderlo debemos remitirnos al año 1854 cuando el Papa Pío IX promulgó el 8 de diciembre, el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen, a través de la bula Ineffabilis Deus (Inefable Dios). Esta proclamación de la Iglesia hace referencia a la forma como María fue concebida en el vientre de Santa Ana sin mancha de pecado y preservada en tal virtud, para ser la Madre de Jesucristo. Tal declaración pontificia fue respaldada por millones de fieles en el mundo entero, la noche anterior a su promulgación, es decir el 7 de diciembre, encendiendo velas y antorchas. Desde entonces, se convirtió en una tradición, que aún persiste en nuestra sociedad. Pero también hace referencia a otro momento bíblico que recuerda la travesía del pueblo de Israel por el desierto hacia la tierra prometida, guiados por una columna de luz.

Desde esta noche empieza a percibirse en los hogares colombianos, el aroma a tamal, buñuelo, galletas, vino, postres y una lista bien interesante de viandas, propias de fin de año.

Lo interesante de la historia, es que después de 167 años, millones de fieles católicos del mundo entero y aún, quienes no lo son, continúan con esta tradición.

Fotografía Wikipedia: El Papa IX promulgó el dogma de la Inmaculada Concepción de María, el 8 de diciembre de 1854, a través de la bula Ineffabilis Deus.

Colombia ha sido un país que por años ha conservado esta tradición y tal vez uno de los que más manifestaciones culturales y religiosas tiene en esta época decembrina, en todo el mundo. A las velas se suman como ya lo anotamos, las banderas blancas que suelen izarse desde medio día del 7 de diciembre, especialmente en zonas rurales, donde cualquier caña de maíz, chusque, guadua, caña brava o incluso los palos de las escobas, se convierten en asta para el estandarte mariano. En algunas viviendas incluso le adosan flores, como homenaje de amor a la Madre del Salvador.

No podemos dejar de lado los faroles, que a pesar de su notoria evolución, no dejan de ser protagonistas en la noche de las velitas. Además, desde esta noche empieza a percibirse en los hogares colombianos, el aroma a tamal, buñuelo, galletas, vino, postres y una lista bien interesante de viandas, propias de fin de año.

El 8 de diciembre amanece entre las cenizas de las hogueras aún humeantes, el olor azufrado de los voladores, pitos, totes y demás juegos pirotécnicos que algunos a pesar de las restricciones, se atreven a quemar en la noche anterior, mientras que muchas familias, se aprestan eso si con olla en mano, a buscar el mejor lugar para el tradicional “piquete”.

Así por lo menos se vive en toda nuestra región de Sabana Centro, donde sitios como la represa del Neusa en Cogua, los parques en Sopó, los alrededores de la Catedral de Sal en Zipaquirá o poblaciones tan coloniales como Tabio y Tenjo e incluso espacios que ocasionalmente se habilitan en vías de Cota y Briceño, resultan perfectos para estos planes familiares.

En muchos municipios de Colombia las personas participan en la misa solemne, por tratarse de un día de precepto, es decir de obligatoria asistencia. En muchas de ellas suele recorrerse en procesión, la imagen de la Inmaculada concesión en medio de cantos, oraciones, el tañido de las campanas y el estallido festivo de los voladores. En Sabana Centro existen tres parroquias que tienen como patrona a la Inmaculada Concepción, en Cajicá, Tabio y Zipaquirá, donde tienen lugar celebraciones muy especiales.

Fotografía: Extrategia Medios. Decoración navideña en los barrios de nuestros municipios

La tarde del 8 de diciembre tiene un tinte muy particular, para unos de paseo, para otros de oración, algunos decorando sus casas, colgando las luces, armando el árbol o haciendo el pesebre, otra de las tradiciones que no podemos dejar pasar y de la que justamente hablaremos en una próxima entrega. La agenda de actividades, se completa con la ya tradicional correría que se hace por diferentes municipios para apreciar los vistosos alumbrados que embellecen las plazas y parques de nuestra sabana centro y de otros lugares mágicos e inolvidables de Cundinamarca y Boyacá.

La música, la comida, los juegos artificiales y todo aquello que representa diciembre, se apodera del ambiente

Así se vive en nuestro territorio el día y noche de las velitas, preámbulo de la navidad, apertura oficial de las fiestas de diciembre y día especial para recordar a la hermosa y privilegiada mujer que fue preservada de todo pecado para que su cuerpo purísimo, se convirtiera en el hogar durante nueve meses, del niño Jesús, Dios hecho hombre, que cada año, por estas calendas, nos alegra el corazón con su nacimiento.

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