Lo que inició como una excavación rutinaria dentro de un proyecto de transmisión energética en Zipaquirá (Cundinamarca), terminó en uno de los hallazgos arqueológicos más singulares registrados en el país. A casi dos metros de profundidad, un equipo de arqueólogos identificó una estructura vegetal tejida con una antigüedad estimada de más de 700 años, un tipo de bien orgánico que rara vez logra sobrevivir al paso del tiempo en el altiplano cundiboyacense.
El descubrimiento se produjo durante labores de arqueología preventiva adelantadas por Enlaza, filial de transmisión de energía del Grupo Energía Bogotá (GEB), en el proyecto Chivor II – Norte. La pieza, que correspondería a una estera de gran formato, no solo es excepcional por su estado de conservación, sino también por su tamaño, lo que la convierte en el primer hallazgo de este tipo documentado en Colombia.
¿Por qué este hallazgo arqueológico en Zipaquirá es considerado único en Colombia?
La singularidad del hallazgo radica, en primer lugar, en su materialidad. Se trata de un tejido vegetal, un bien orgánico altamente vulnerable a la humedad, la presión del suelo y los procesos naturales de degradación. En contextos como el altiplano cundiboyacense, este tipo de objetos prácticamente no se conserva, lo que hace que su aparición resulte excepcional incluso para equipos especializados.
La estera fue identificada en uno de los sitios del proyecto, específicamente en el punto conocido como Torre NB44A. Tras el registro inicial, los arqueólogos determinaron que la pieza tendría una longitud aproximada de entre 1,50 y 1,70 metros, y un ancho que oscila entre los 70 y 90 centímetros. Aunque presenta fragmentaciones, su grado de integridad supera ampliamente lo que suele encontrarse en excavaciones de este tipo.
El contexto histórico refuerza su valor. Las evidencias apuntan a que el objeto estaría vinculado a comunidades muiscas que habitaron la región hace varios siglos, sociedades que desarrollaron complejas técnicas de tejido como parte de su vida cotidiana. Sin embargo, a diferencia de cerámicas o piezas líticas, los textiles rara vez logran atravesar siglos enterrados sin desaparecer.
Desde el punto de vista técnico, el rescate implicó un desafío mayor. Debido a su extrema fragilidad, el equipo optó por retirar la estera en bloque, junto con el sedimento que la rodeaba, una decisión poco habitual pero necesaria para garantizar su preservación. La operación requirió la participación coordinada de varios especialistas y la intervención temprana de conservadores expertos en este tipo de materiales.
El proceso se desarrolla bajo los lineamientos del Programa de Arqueología Preventiva exigido por la normativa colombiana y con acompañamiento de las autoridades competentes. Actualmente, la estera se encuentra en fase de estabilización y diagnóstico, siguiendo los criterios técnicos establecidos por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).
Más allá del objeto en sí, el hallazgo abre nuevas preguntas sobre su función, las fibras utilizadas en su elaboración y su posible uso ritual o doméstico. Estas incógnitas serán abordadas en estudios posteriores, que también contemplan el diálogo con las comunidades del territorio para integrar saberes locales y ampliar la comprensión del contexto cultural del hallazgo.
Una estructura vegetal tejida con una antigüedad estimada de más de 700 años, un tipo de bien orgánico que rara vez logra sobrevivir al paso del tiempo
en el altiplano cundiboyacense.
