“La miel llegó a nuestra región para salvarnos. Ahora, literalmente, vivimos con más dulzura”, dice entre risas Sandra Márquez cuando se le pregunta por Campo Dulce, la comercializadora de miel que ella gerencia y de la que hacen parte campesinos, indígenas, familias desplazadas por la violencia, madres cabeza de hogar y víctimas del conflicto, según lo informó la ONU.

“Es que acá hay espacio para todos”, agrega, porque según esta mujer emprendedora, “las abejas nos enseñan a trabajar en equipo y a vivir en comunidad”. Y es que no exagera Sandra al afirmar que en Campo Dulce no hay diferencias. Más de 1000 familias de la región del Bajo Cauca Antioqueño (una de las zonas históricamente más golpeadas por la violencia en Colombia), trabajan juntas para producir una de las mejores mieles del norte del país.

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El proyecto nació en 2007 en el municipio de El Bagre, Antioquia, como una alternativa para que cientos de familia tuvieran una fuente de trabajo alejada de cualquier negocio ilegal. Cinco fundaciones (Fibrarte, Ascabia, Asopisnar, Asocuturu y la Red Nudo Del Paramillo) se unieron para encontrar una actividad sostenible que permitiera desarrollar y promover nuevas opciones productivas en una región que ha sido de tradición minera y ganadera.

La apicultura parecía la opción ideal. “Tener abejas es diferente a tener ganado, por ejemplo. No se necesitan grandes extensiones de tierra, ni una inversión millonaria y esto fue lo que más llamó la atención”, explica Sandra. Las familias aprovecharon una especie de árbol nativo de la región, llamada Acacias y allí instalaron unidades productivas apícolas, para aprovechar el néctar extra floral que esta especie ofrece.

Y poco a poco el boom de las abejas se tomó el Bajo Cauca Antioqueño. Tener uno o más panales era el deseo de la mayoría de las familias de la región. “La ilusión era muy grande. Empezamos a ver cómo la gente de la región se unía, sin importar su origen, para producir más y más miel”, recuerda Sandra. Atrás iban quedando los cultivos ilícitos y la minería ilegal.

Día a día se sumaba una nueva familia y en equipo, como las abejas, el sueño se fue materializando. Los apoyos fueron llegando y lo que empezó como un proyecto sectorial, impulsado por cinco fundaciones, se fue ampliando y con la ayuda del Gobierno Nacional y organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estas casi 1000 familias se volvieron las reinas de la miel más pura y 100% natural de todo el Bajo Cauca Antioqueño.

No en vano, para la agencia de la ONU, la articulación con Campo Dulce ha permitido un avance significativo como Sistema Territorial de Innovación Agrícola en la cadena apícola, con un componente importante: la vinculación del fomento empresarial y el emprendimiento.

Formación para la transición de cultivos ilícitos a lícitos

“Empezamos a recibir capacitación en asistencia técnica, en buenas prácticas agrícolas para la apicultura y así empezó la transición de cultivos ilícitos a lícitos”, agrega Sandra.

Hombres y mujeres que, durante décadas, a la fuerza, no conocieron otra forma de ganarse la vida diferente a los negocios lejos de la legalidad, hoy saben más que nadie de la miel y su forma de hacerla rentable.

Alejandro Álvarez, uno de los productores que integran la asociación, recuerda que al principio fue duro. Les tomó horas y horas de capacitaciones, pero ahora los resultados son más que satisfactorios. “Al principio veíamos que nos tocaba darle todo a unas empresas intermediarias, porque no teníamos el conocimiento en todas las áreas de producción y comercialización y veíamos que las ganancias se las llevaba otra empresa. Así que decidimos estudiar, aprender y buscar conexión con otras empresas para hacer mejor negocio”.

Sin embargo, para que todo el conocimiento adquirido pudiera aplicarse con eficacia, se requerían insumos técnicos e industriales que para las familias al principio eran casi inalcanzables. Fue allí donde la ayuda del Estado fue fundamental. La Agencia de Renovación del Territorio (ART), como entidad encargada de trabajar con los municipios más afectados por la violencia, fue la encargada de dotar a Campo Dulce de las herramientas necesarias para producir la mejor miel de la región.

“Con Campo Dulce ejecutamos un proyecto para la entrega de colmenas, insumos, herramientas, laminadoras, adecuación de planta y asistencia técnica, por un valor de 1400 millones de pesos. Además, realizamos la estructuración de un proyecto para el fortalecimiento de unidades productivas agrícolas en la zona. Estas acciones y muchas otras, se implementan para ayudar las labores productivas apícolas y fortalecer el proyecto en la región”, agrega Luis Gabriel Guzmán, subdirector de Desarrollo Económico, de la ART.

Beneficios secundarios, no tan secundarios

Tras 15 años de intenso trabajo, Campo Dulce ahora es el almíbar con el que el Bajo Cauca Antioqueño ha sanado sus heridas del pasado. No solo se convirtió en un negocio rentable, sino que, gracias a la apicultura, se diversificó la flora y les dio a las mujeres de la región un lugar arrebatado por años.

En las plantas de Campo Dulce, el 75% de los trabajadores son mujeres, una cifra de la que su gerente se siente muy orgullosa. “A veces las mujeres tienen esa parte vulnerable que las lleva solo a dedicarse a los hijos, pero con el trabajo con abejas se ha fortalecido el renglón de equidad de género, porque es una actividad que las madres pueden hacer sin dejar a sus hijos solos”, dice.

“Si nosotros no trabajáramos en equipo, ninguna empresa avanzaría y las mujeres son fundamentales aquí, en cada etapa. Ellas son como las abejitas fuertes y laboriosas”, reconoce Alejandro Álvarez.

Actualmente el sector apicultor del norte de Colombia produce cerca de 350 toneladas de miel y aproximadamente el 60% está a cargo de este proyecto de esta asociación de víctimas del conflicto.

El 75% de los trabajadores son mujeres, una cifra de la que su gerente se siente muy orgullosa.

Foto portada y otras: Imágenes de referencia tomadas de Pexels.

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