El sábado 23 de agosto, a las 11:00 a. m., Gustavo Petro regresó al Cerro de Juaica, ubicado entre Tabio y Tenjo (Cundinamarca), para cumplir una cita que llevaba décadas pendiente: encontrarse con los amigos con quienes selló un pacto hace casi medio siglo. Ese juramento, inspirado en el Monte Sacro y en la figura de Simón Bolívar, consistía en que algún día uno de ellos sería presidente de Colombia.
El grupo JG3 —integrado por Gustavo, Germán, Jairo y Gonzalo— nació en 1975 en el colegio público La Salle de Zipaquirá. Eran cuatro estudiantes contestatarios, apasionados por la filosofía, la historia y la política, que compartían la ilusión de transformar el país. Hoy, 49 años después, los destinos de esos jóvenes son disímiles: Gustavo Petro es presidente, Germán es ministro de Hacienda, Jairo es oficial retirado de la Policía y Gonzalo es artista.
En ese mismo cerro, a 3.200 metros sobre el nivel del mar, los cuatro amigos se fundieron en un abrazo, recordaron su historia y renovaron su promesa de trabajar por la justicia social.
¿Qué significó para Petro y sus amigos el juramento de Juaica?
El juramento fue más que un símbolo: se convirtió en el punto de partida de un proyecto de vida. En 1976, durante tres días de campamento, decidieron sus caminos: Petro y Germán optarían por la universidad, Jairo ingresaría a la Policía inspirado en la obra de Mao Tse Tung, y Gonzalo se marcharía a Europa. En ese tiempo, la novela Las uvas de la ira de John Steinbeck y la figura de Bolívar alimentaban sus sueños de justicia.
Con el tiempo, tres de ellos militaron en el M-19, el movimiento guerrillero fundado en 1974. A través del periódico clandestino El bolillazo, buscaban influir en jóvenes policías con un mensaje antiimperialista y en contra de la corrupción política.
¿Cómo fue el reencuentro en 2025?
En esta nueva visita a Juaica, el presidente no fue el mandatario que lidia con crisis nacionales, sino el joven soñador que compartió lecturas de economía, filosofía y política con sus amigos. La caminata, los abrazos y las risas devolvieron el tiempo. “Volvimos 49 años después, y aún estamos todos vivos, sobrevivientes y resistiendo, compañeros”, dijo Petro, conmovido.
Al despedirse, el mandatario bromeó: “¡Hermanos, en 49 años, nos vemos aquí!”. Luego retomó su rol presidencial para visitar a policías heridos en Amalfi (Antioquia), dejando atrás por unas horas la coraza del poder.
Hoy, 49 años después, los destinos de esos jóvenes son
disímiles: Gustavo Petro es presidente,
Germán es ministro de Hacienda,
Jairo es oficial retirado de la Policía y Gonzalo es artista.