Carlos Andrés Rivera, conocido como “El monstruo de Tabio”, fue capturado recientemente por la Fiscalía General de la Nación, en el Tabio (Cundinamarca). Rivera, de 42 años, es señalado como el responsable de una serie de asesinatos de mujeres tanto en Cundinamarca como en Antioquia. Las víctimas eran agredidas sexualmente antes de ser asesinadas, y sus cuerpos presentaban signos de extrema violencia.
Las investigaciones dicen que Rivera identificaba a sus víctimas cuando caminaban por zonas rurales, donde las intimidaba con armas cortopunzantes. Bajo amenazas, las llevaba a lugares apartados y oscuros, donde las golpeaba, las lesionaba y las sometía a agresiones sexuales. Finalmente, las asfixiaba hasta causarles la muerte y, en la mayoría de los casos, les amputaba una oreja después de haber fallecido.
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La Fiscalía ha vinculado a Rivera con al menos ocho feminicidios. La última víctima fue una mujer de 58 años, cuyo cuerpo fue encontrado el pasado 19 de mayo a orillas del Río Frío en Tabio. El cadáver presentaba múltiples signos de violencia, lo que confirmó las sospechas sobre el modus operandi del asesino.
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Gracias a las denuncias y a la distribución de volantes, las autoridades lograron rastrear a Rivera, quien se había trasladado a Cundinamarca después de cometer siete feminicidios en diferentes localidades de Antioquia, incluyendo Medellín, Bello, Copacabana y Ciudad Bolívar.
Intentó evadir la justicia escondiéndose en una finca y portando documentos falsos, con los que planeaba salir del departamento.
La captura se logró cuando Rivera se movilizaba en un bus de servicio intermunicipal, gracias a un operativo de la Sijin de la Policía Nacional. En su poder se encontraron prendas de vestir y varios objetos cortopunzantes que se presume utilizó en sus ataques.
Las autoridades resaltan la importancia de la colaboración ciudadana y las denuncias oportunas que permitieron la captura de este peligroso criminal, poniendo fin a una ola de terror que había afectado a varias comunidades en dos departamentos del país.
Las víctimas eran agredidas sexualmente antes de ser asesinadas, y sus cuerpos presentaban signos de extrema violencia.
