Paneles solares y uso del suelo: la apuesta de Cundinamarca para producir energía y alimentos al mismo tiempo

Investigaciones lideradas desde la Universidad Nacional de Colombia avanzan en Cundinamarca con sistemas agrovoltaicos que buscan reducir el conflicto por el uso del suelo, extender la vida útil de los paneles solares y aumentar la productividad agrícola.

4 min de lectura
- Publicidad -

El crecimiento acelerado de los parques solares y eólicos ha reabierto una discusión en Colombia: qué tanto suelo puede destinarse a la generación de energía sin afectar la producción de alimentos. A medida que la transición energética avanza, la ocupación de grandes extensiones de tierra (algunas con vocación agrícola) empieza a generar tensiones ambientales, económicas y sociales en distintos territorios del país.

Aunque este fenómeno se ha concentrado en departamentos como Cesar y La Guajira, la preocupación es mayor cuando se observa lo que ocurre en regiones con suelos fértiles, como Cundinamarca. Allí, investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) vienen desarrollando pilotos que plantean una alternativa: usar los paneles solares no como un reemplazo del campo, sino como una infraestructura que conviva con la producción de alimentos.

¿Cómo se puede generar energía solar sin quitarle tierra a la agricultura en Cundinamarca?

La respuesta está en los sistemas agrovoltaicos, un modelo que permite producir energía y alimentos en el mismo espacio. En estos esquemas, los paneles solares se instalan a una altura aproximada de entre 2,5 y 3 metros, lo que deja el terreno libre para el cultivo bajo su estructura. De esta forma, el suelo no se excluye del uso agrícola y se reduce la competencia entre ambos sectores.

Los ensayos realizados en Cundinamarca muestran que, además de generar electricidad, los paneles funcionan como una especie de techo agrícola. La sombra parcial regula la radiación solar, disminuye el estrés térmico de los cultivos y ayuda a crear microclimas favorables, especialmente para hortalizas y productos de hoja como lechuga y fresa. A esto se suma la captación de agua lluvia desde los paneles, que luego se almacena y se utiliza de manera controlada para el riego.

Este enfoque también responde a los cambios climáticos que enfrenta la región. En zonas como Bogotá y Cundinamarca, donde se alternan periodos de lluvias intensas con sequías prolongadas, el manejo eficiente del agua se vuelve determinante. Los sistemas agrovoltaicos permiten dosificar el recurso según las necesidades reales del cultivo, reduciendo pérdidas y riesgos productivos.

El análisis del ciclo de vida de los paneles es otro punto clave. Estos dispositivos tienen una vida útil promedio de 20 a 25 años, aunque no dejan de funcionar al final de ese periodo: su eficiencia simplemente disminuye hasta ubicarse entre el 75% y el 80%. En un segundo uso, dentro de sistemas agrovoltaicos, pueden operar hasta por 30 años o más antes de pasar definitivamente a procesos de reciclaje.

Lea También:  Avanza la rehabilitación del corredor férreo Bogotá–Belencito, uno de los más extensos del altiplano: cruza Chía, Cajicá, Zipaquirá y otros municipios clave

Desde el punto de vista técnico, el reciclaje no representa una barrera mayor. Cerca del 80% del panel es vidrio templado, recuperable en altos porcentajes, mientras que el aluminio es totalmente reciclable. El principal desafío está en los costos energéticos y económicos de la recolección y separación de materiales como el silicio y el cobre.

Los resultados preliminares de los pilotos son significativos. En Cundinamarca y otras zonas del país, se han registrado incrementos de productividad agrícola de entre un 30% y un 40%, lo que posiciona este modelo como una alternativa viable para articular seguridad alimentaria, transición energética y adaptación al cambio climático.

La respuesta está en los sistemas agrovoltaicos, un modelo que permite producir energía y alimentos
en el mismo espacio.