No es por “romantizar” pero, en Bogotá, hay vínculos que sobreviven incluso a la intemperie. Las personas en situación de calle, aunque excluidas por el sistema, muchas veces comparten con sus animales una relación de cuidado mutuo que desafía cualquier prejuicio. Para ellos, un perro no es una carga: es familia. Y el Distrito, a través de programas especializados, ha empezado a reconocer y proteger esa realidad.
Rock and Roll no tiene collar brillante, ni duerme en una cama. Pero tiene algo que, lamentablemente, no todos los animales pueden presumir: un humano que lo ama sin medida. Su historia se conoció gracias a una alerta de la Alcaldía Local de Santa Fe, que reportó la presencia de un perro con un bulto en el abdomen. A simple vista, parecía un tumor. El Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA) intervino de inmediato.
Al ser valorado por el equipo del programa ‘Huellitas de la Calle’, se descubrió que no era un tumor, sino una hernia abdominal congénita: una malformación con la que había nacido y que ponía en riesgo su vida. Su tutor, un habitante de calle que lo acompaña a diario, no dudó un segundo. Aceptó la ayuda médica y se mantuvo firme, como lo ha hecho siempre, junto a su compañero de cuatro patas.
Rock and Roll fue operado dos veces en una clínica veterinaria. El proceso fue complejo, pero necesario. No se trataba solo de curar una herida, sino de proteger una vida que vale tanto como cualquier otra. La recuperación exigió paciencia, cuidado y seguimiento, y en cada etapa, su tutor estuvo presente, preguntando, esperando, confiando.
El programa ‘Huellitas de la Calle’, diseñado para brindar atención veterinaria a animales de personas sin hogar, ha demostrado que la falta de techo no implica falta de afecto. Muy por el contrario: en estos binomios hay una entrega profunda, muchas veces más honesta que la que se ve en contextos más cómodos.
Después de semanas de atención, Rock and Roll regresó con su tutor. Hoy, ambos siguen caminando juntos por los cerros que tanto conocen, mientras el IDPYBA continúa acompañando su salud y bienestar.
Su tutor, un habitante de calle que lo acompaña a diario, no dudó un segundo. Aceptó la ayuda médica y se mantuvo firme, como lo ha hecho siempre, junto a su compañero de cuatro patas.