La cabo primero Alexandra Recalde Herrera es hoy un referente dentro de la Aviación del Ejército Nacional. En medio de un entorno mayoritariamente masculino, se abre camino como la única mujer tripulante de ala fija, cumpliendo misiones a bordo de la aeronave Grand Caravan y demostrando que la disciplina, la preparación técnica y la pasión no tienen género.
Su vida está marcada por la vocación militar. Hija de un sargento mayor en uso de buen retiro y hermana de un capitán de Fuerzas Especiales, asegura que la disciplina y el sacrificio de su familia fueron el motor para seguir este camino.
De la Inteligencia Militar a los cielos de Colombia
No siempre estuvo en la Aviación: ingresó primero al Arma de Inteligencia Militar, donde trabajó en Buenaventura, Valle del Cauca. Allí permaneció un año hasta que fue postulada a la especialidad aérea. Superó con determinación el riguroso proceso de selección, experiencia que fortaleció con su pasado como auxiliar de vuelo en el ámbito civil.
La formación académica también ha sido parte de su ascenso. Egresada del segundo curso de “Mujeres de Arma” de la Escuela de Suboficiales Sargento Inocencio Chincá y con título de Técnico en Mantenimiento Aeronáutico, Recalde Herrera reúne dos perfiles que pocas veces convergen: volar la aeronave y, al mismo tiempo, garantizar que esté en las mejores condiciones técnicas para cada operación.
La responsabilidad de enfrentar fallas en plena operación
Su trabajo no se limita a pilotar. También ha asumido la responsabilidad de inspeccionar, diagnosticar y resolver fallas en plena operación, una labor que refleja su capacidad para enfrentar retos en condiciones extremas.
“Es un orgullo muy grande. Como soy la única mujer, en muchos lugares la gente se sorprende al verme en este rol. Para mí es una oportunidad de mostrar que nosotras también tenemos distintas capacidades dentro de la Fuerza”, señala.
Uno de los momentos más especiales de su carrera ocurrió en una misión al municipio de La Macarena, Meta, donde tuvo la oportunidad de sobrevolar y conocer Caño Cristales, el río de los siete colores. La experiencia, cuenta, fue inolvidable y reafirmó su convicción de que cada vuelo es una ventana para descubrir la riqueza natural y cultural de Colombia.
Metas en el aire: 3.000 horas de vuelo y más preparación
El futuro lo proyecta con ambición y constancia. Entre sus metas está alcanzar 3.000 horas de vuelo y continuar con su formación académica, demostrando día a día que su desempeño está a la altura de las exigencias de la Aviación Militar.
“Actualmente soy la única mujer en esta especialidad, y eso me motiva a seguir adelante. Estos 30 años de la Aviación del Ejército Nacional también representan una oportunidad para resaltar el espacio que se nos ha abierto a las mujeres y que nos permite demostrar nuestras capacidades humanas y profesionales”, subraya.
El respaldo de su familia, el motor que la impulsa a seguir
Aunque los cielos de Colombia son su escenario cotidiano, su motor sigue siendo su familia.
“Desde el primer día que entré al Ejército hasta hoy, mi papá es quien me orienta con sus consejos. Sé que está muy orgulloso de mí, y mi intención es que mi mamá y mis hermanos también lo estén cada día más”, asegura con emoción.
Alexandra Recalde no solo vuela aeronaves: vuela barreras, expectativas y paradigmas. Su historia es un ejemplo de constancia, disciplina y determinación que inspira a más mujeres a mirar hacia lo alto, con la certeza de que en los cielos también hay espacio para ellas.
Su historia es un ejemplo de disciplina, constancia y pasión en las Fuerzas Militares.