El Desierto de Checua en Nemocón: el enigmático terreno rojo que se oculta a pocos kilómetros de Bogotá

Un paisaje árido de tonalidades ocres y rojizas se consolida como una alternativa de turismo de naturaleza y contemplación, destacándose por su invaluable carga histórica y formaciones exóticas.

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El municipio de Nemocón (Cundinamarca), tradicionalmente reconocido por su inmensa riqueza salina y arquitectura colonial, alberga en su geografía rural uno de los secretos mejor guardados de la sabana de Bogotá: el Desierto de Checua. Ubicado específicamente en la vereda que lleva su mismo nombre, este enclave ofrece a propios y visitantes un contraste visual impactante, donde el verde tradicional del altiplano cede su lugar a cárcavas, montículos y suelos erosionados que narran la historia de miles de años de transformaciones geológicas.

Este destino, que cobra mayor relevancia para el viajero que busca experiencias al aire libre lejos de las aglomeraciones, no es un desierto en el sentido estricto climatológico, sino una zona de bosque seco montano bajo con severos procesos de erosión. Esta característica particular ha esculpido un escenario casi marciano, ideal para el senderismo contemplativo, la fotografía de paisaje y la práctica de ciclomontañismo, convirtiéndose en un pulmón diferente para la región de Cundinamarca.

¿Qué importancia arqueológica y turística tiene Checua?

Más allá de su atractivo visual, el valor de Checua reside en lo que yace bajo sus suelos y en su memoria histórica. Investigaciones arqueológicas han determinado que este territorio es una pieza fundamental para entender el poblamiento temprano de Colombia. En esta zona se han hallado vestigios humanos y herramientas líticas que datan de hace aproximadamente 8.500 años, evidencias que sugieren la presencia de cazadores-recolectores en épocas remotas.

Para el turista actual, esto significa caminar sobre un museo a cielo abierto. Las formaciones rocosas, conocidas popularmente como «estoraques» o cárcavas, crean laberintos naturales que invitan a la exploración pausada. A diferencia de otros destinos masivos, aquí impera el silencio y la conexión con un entorno que parece detenido en el tiempo, ofreciendo una experiencia educativa y sensorial única.

¿Cómo llegar y qué recomendaciones debe tener en cuenta el visitante?

El acceso al Desierto de Checua se puede realizar principalmente desde el casco urbano de Nemocón, ubicado a unos 65 kilómetros de Bogotá. La ruta suele tomarse vía terrestre hacia la vereda Checua; si bien hay tramos pavimentados, el ingreso a las zonas más profundas del desierto requiere transitar por caminos destapados, lo cual lo hace predilecto para rutas de bicicleta de montaña o caminatas de nivel medio.

Se recomienda a los visitantes llevar hidratación suficiente y protección solar alta, pues la radiación en la zona suele ser fuerte debido a la falta de cobertura vegetal, y la temperatura puede variar drásticamente entre el día y la tarde. Asimismo, es imperativo practicar un turismo responsable: dada la fragilidad del suelo erosionado y la importancia arqueológica del lugar, está prohibido extraer material geológico, dejar residuos o transitar con vehículos motorizados fuera de las vías autorizadas para no acelerar el deterioro del paisaje.

Las formaciones rocosas, conocidas popularmente como «estoraques» o cárcavas, crean laberintos naturales que invitan a la exploración pausada.