Por los caminos que ascienden hacia la Serranía de Juaica, en Tenjo, el aire se espesa con un aroma a tierra mojada y a musgo. La niebla, densa y fría, se desliza entre los pinos y los frailejones, cubriendo de misterio las montañas que los muiscas llamaron sagradas. Allí, donde el viento murmura como si trajera voces antiguas, algo diminuto y brillante florece: una orquídea que parecía esconder un secreto.
La encontraron los investigadores de la reserva Forest of Orchids, mientras caminaban por la humedad espesa de un bosque andino. Sus pétalos, de un rosado casi translúcido, brillaban con la luz difusa del amanecer. Era una especie desconocida, distinta a todas las registradas hasta ahora en la región. Así nació su nombre: Epidendrum juaicaense, aunque los lugareños, con cariño, la llaman simplemente Juaica.
La orquidea que floreció flor y leyenda
En la cosmovisión muisca, Juaica no era solo una montaña, sino una guardiana ancestral. Se decía que fue una soberana sabia, protectora de las aguas y de los espíritus que habitan entre las rocas. Los abuelos cuentan que, cuando la luna toca las laderas de Tenjo, se puede escuchar su canto mezclado con el rumor del viento.
La nueva orquídea, dicen los investigadores, parece florecer justo en los lugares donde el mito aún respira.
“Su nombre rinde homenaje a esa mujer legendaria, símbolo de protección y equilibrio con la naturaleza”, explicó la reserva Forest of Orchids, al anunciar el hallazgo en la publicación científica Icones Orchidearum Fascicle.
El hallazgo en el corazón de Cundinamarca
El descubrimiento se dio a 2.900 metros sobre el nivel del mar, en un punto donde la neblina parece no disiparse nunca. La Epidendrum juaicaense crece aferrada a los troncos húmedos, en un entorno donde cada gota de agua sostiene la vida. Su distribución se extiende por Tenjo, Subachoque, Tabio y Guasca, y llega incluso a algunos sectores del Parque Nacional Natural Chingaza y de Boyacá.
Florece entre julio y agosto, formando pequeñas colonias que iluminan los bosques con su brillo discreto. Es una especie que pasa inadvertida para quien no la busca, pero que revela su belleza a quien la observa con paciencia.
Una especie frágil que necesita protección
Por ahora, se tienen registradas menos de diez localidades donde la orquídea ha sido vista. Por eso, los científicos proponen clasificarla “en peligro”, según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su supervivencia depende de que los bosques húmedos que habita sigan respirando, libres de la tala, del fuego y del avance urbano.
La Forest of Orchids ha asumido la tarea de protegerla. En su reserva, ubicada en las montañas de Tenjo, conservan la colección viva más completa de orquídeas de Colombia, un santuario donde la investigación científica y el turismo regenerativo se funden con la educación ambiental. “Cada flor que brota aquí es una historia que renace”, afirman sus cuidadores.
El símbolo que une ciencia y espíritu
Más que un hallazgo, la Juaica se ha convertido en un símbolo: la unión entre la ciencia moderna y la sabiduría ancestral. En cada pétalo se reflejan siglos de relación entre el hombre y la tierra; en su fragilidad, la advertencia de que toda vida depende de la armonía del ecosistema que la rodea.
Así, entre las montañas silenciosas de Cundinamarca, una flor diminuta recuerda que la belleza también puede ser resistencia. Que el mito, la ciencia y la naturaleza no son caminos distintos, sino ríos que fluyen hacia el mismo destino: mantener viva la memoria del territorio.
Y cuando el viento vuelve a soplar sobre la Serranía de Juaica, la niebla parece abrirse solo un instante, como si la guardiana ancestral sonriera al ver que su legado —una flor nacida de la tierra y del mito— ha vuelto a florecer.

La nueva orquídea fue hallada en la reserva Forest of Orchids de Tenjo, a 2.900 metros de altura.