Hoy se cumplen diez años del fallecimiento de Eduardo Peralta López, líder comunitario y exconcejal de Zipaquirá, recordado como un hombre incansable en la defensa de los derechos ciudadanos y un ejemplo de solidaridad. Su legado, construido durante más de 35 años de servicio desinteresado, permanece vivo en la Capital Salinera de Colombia y en toda la región.
Durante su vida pública y comunitaria, encabezó innumerables luchas que se tradujeron en beneficios concretos para la gente, en temas como salud, telefonía fija, acueducto, alcantarillado, aseo, gas y televisión.
Defensor incansable de los usuarios de servicios públicos
Sin percibir ninguna retribución económica, Peralta López dedicó su existencia a defender a los usuarios de servicios públicos. Como vocal de control, acompañó a miles de personas que veían vulnerados sus derechos, evitando cobros injustos en facturas y logrando que el sistema de salud atendiera a ciudadanos de escasos recursos.
Su liderazgo fue tan reconocido que, en 2003, por petición de la comunidad, aceptó postularse al Concejo Municipal de Zipaquirá. Tras consultarlo con su familia y amigos cercanos, fue elegido con 898 votos para el periodo 2004-2007. Desde esa curul ejerció un control político serio y firme, con debates profundos y aterrizados que generaron polémicas, pero también dieron verdaderas soluciones ciudadanas.

En varias sesiones del Concejo Municipal, Eduardo tomó una decisión que lo hizo distinto y memorable: en señal de protesta contra algunos de sus colegas, a quienes consideraba alejados de los intereses de las comunidades más vulnerables, prefirió sesionar desde las barras y no desde su curul. Con este gesto simbólico, dejó claro que su lealtad estaba con el pueblo y no con la comodidad de la política tradicional, decía.
Proyectos comunitarios y deportivos
Más allá de la política, Peralta fue líder sindical y miembro de la junta directiva del Sistema Comunitario de Televisión de Zipaquirá (APRECUZ), lográndola, en su momento, sacarla de la grave crisis que tenía. Desde allí gestionó el diseño e implementación del “Proyecto Talentos”, que descubrió y apoyó a niños y jóvenes deportistas, brindándoles patrocinio y acompañamiento en su formación competitiva.
El exconcejal también asumió causas sociales en beneficio de los más vulnerables. Movilizó a la ciudadanía en muchas oportunidades para atender a enfermos, familias damnificadas y personas en condición de pobreza, logrando devolver la dignidad a quienes más lo necesitaban.
Exequias: un adiós multitudinario
El día de sus exequias, la Catedral Diocesana de Zipaquirá se llenó de cientos de personas que acudieron a despedirlo. Entre discursos solemnes y anécdotas, uno de los más recordados fue el pronunciado por Guillermo Romero Salamanca, periodista y director de la entonces emisora Kokoriko Stereo 96.3 FM, titulado “El adiós a Eduardo Peralta López, el Líder de la solidaridad”.
Allí relató uno de los episodios que mostraba la faceta más humana del líder:
—¿Usted ha comido pirarucú? —preguntó un día Eduardo.
—Es lo mismo que el paiche —le respondieron—, un pez de metro ochenta que habita en el Amazonas y que en Perú suelen acompañar con calamares de agua fría.
—¡Ese sí es un pescado! Una vez, en Leticia, nos dio pelea uno de esos animales. Nos tumbó, y eso que éramos como cuatro, pero al final lo logramos.
La pesca era una de sus pasiones. Narraba con entusiasmo sus madrugadas en los Llanos Orientales tras bagres rayados, cachamas o coporos, o sus viajes al río Magdalena en busca de zapateros, carpas, truchas y mojarras. Decía que pescar era “una manera de distraer la mente”.
Infancia, familia y luchas personales
Eduardo Peralta López nació en Ibagué el 5 de febrero de 1950 y llegó a Zipaquirá a los siete años con sus padres, don Noé Peralta y doña María López. Se vinculó laboralmente al Banco Agrario, siendo enviado a Leticia (Amazonas) a trabajar allí, donde perfeccionó técnicas de pesca, y luego regresó a Zipaquirá, donde se casó con Lucy Rodríguez, su gran compañera de vida y de luchas sociales. Juntos tuvieron dos hijas: Jackeline y Andrea, a quien cariñosamente llamaba “Milky Way”.

Los primeros años fueron de lucha y sacrificio. Vendía cometas, almuerzos o helados para sobrevivir. Nunca perdió la constancia: con un paso pequeño pero rápido —calzaba talla 36—, siempre avanzaba firme.
Ese contacto cercano con la comunidad le permitió descubrir múltiples injusticias en la prestación de los servicios públicos. Denunció a la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá y, más tarde, a Codensa, por arbitrariedades; a Telecom —la antigua empresa estatal de telefonía fija, cuando aún no existían los celulares— por cobros irracionales; al Acueducto y Alcantarillado por pretenciones de privatización, y a varias compañías de cable y gas por abusos contractuales.
Su incansable labor le costó insultos, agresiones físicas, detenciones arbitrarias e incluso noches en el calabozo. Sin embargo, nada lo detuvo. Convirtió un banco del parque y las aceras del centro histórico de Zipaquirá en su improvisada oficina, donde recibía facturas, cartas y documentos de los ciudadanos. Luego, en la tranquilidad de su hogar, los organizaba con rigurosidad para presentar denuncias formales, exigir revisiones y reclamar soluciones a las irregularidades detectadas.
Gestos de solidaridad que marcaron vidas
Su espíritu solidario trascendía las denuncias contra las injusticias. Con la misma pasión con la que defendía a la comunidad, Eduardo organizaba rifas, colectas y campañas de ayuda para tender la mano a quienes más lo necesitaban: deportistas que buscaban competir, familias que habían perdido todo, niños que soñaban con hacer su Primera Comunión, jóvenes que anhelaban representar a Zipaquirá en un desfile en Bogotá o estudiantes que no tenían cómo pagar el transporte ni el almuerzo para asistir a clases en la capital.
Uno de sus gestos más recordados fue con Nathalia, “la Nathis”, hija de doña Blanca, una mujer trabajadora que no tenía con quién dejarla mientras cumplía sus jornadas laborales. Eduardo y su esposa la acogieron como una hija más. Él mismo le enseñó a caminar, a pronunciar sus primeras palabras y más tarde las vocales. Para Nathalia, aquel hombre era su “papá”, y sus ojos verdes brillaban de emoción cada vez que lo llamaba así.
Cuando los médicos le advirtieron que su vida se extinguía, Eduardo le expresó cuánto la quería. Ella adelantó su fiesta de quince años para poder bailar el vals con él. Con un esfuerzo conmovedor, Eduardo cumplió ese último sueño junto a la señora Lucy y sus hijas.
Además, defendió con valentía a la comunidad desde la radio y el concejo
A través del programa “Líderes”, emitido en Kokoriko Estéreo 96.3 FM, y del informativo Extrategia: Los Sucesos de la Verdad, que se transmitía exitosamente en la emisora comunitaria Catedral Estéreo, Peralta López se consolidó como un verdadero referente del servicio comunitario. Desde los micrófonos, denunció los abusos de las empresas de servicios públicos y defendió los derechos de los usuarios, no solo señalando irregularidades, sino también logrando soluciones concretas. Su estilo directo, sin rodeos, lo convirtió en una voz incómoda para políticos y poderosos de la región.

En el terreno electoral, su liderazgo también fue evidente. En una elección posterior alcanzó 898 votos, la cifra más alta conseguida hasta ese momento por un concejal en Zipaquirá. Sin embargo, Eduardo relataba que su paso por la política lo dejó pronto desencantado: la falta de disciplina y compromiso de muchos de sus colegas lo llevó a apartarse de ese escenario para regresar a lo que consideraba su verdadera vocación: servir a la comunidad sin esperar nada a cambio.
“Las personas, cuando están necesitadas, lo buscan, lo llaman, lo invitan; pero cuando obtienen su beneficio, pocos agradecen”, solía repetir con resignación Eduardo Peralta. En esa frase condensaba la dureza de su experiencia en la vida pública y comunitaria, pero también la grandeza de un espíritu solidario que nunca se quebró. A pesar de la ingratitud y las adversidades, se mantuvo firme en su vocación de servir, extendiendo su mano generosa y gestionando ayudas hasta el último día de su vida.
El último adiós
El 28 de agosto, un sonido sencillo, pero cargado de simbolismo estremeció a Zipaquirá: la corneta de plástico de su amigo “Beto II”, un personaje pintoresco de Zipaquirá, acompañado por tres perros en su carro de balines, rompió el silencio y marcó el adiós. Con un Cristo en la mano y rodeado por el cariño de miles de personas que colmaron la Catedral Diocesana, Eduardo Peralta López emprendió su viaje hacia el Padre Celestial.
Ese día partía Peralta, el hombre que nació para servir y cuya huella quedó grabada en el corazón de una ciudad agradecida.
El hombre que nació para servir”: así lo recuerdan en
Zipaquirá diez años después de su partida.