¿Qué estamos esperando para defender la vida de los niños en Colombia?

Por
Manuela Vargas
Periodista y redactora Extrategia Medios.
3 min de lectura
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Colombia enfrenta una realidad desgarradora: las cifras de Medicina Legal revelan que, entre enero y agosto de 2024, 375 menores fueron víctimas de homicidio. Cada número representa una vida, un sueño roto, una familia en duelo. Cada vez que escuchamos estas cifras, deberíamos sentir que se nos rompe el corazón. ¿Cuántas historias de alegría se han apagado?

Es un hecho doloroso que nuestros niños, el futuro de este país, se conviertan en víctimas de la violencia. Esto no es solo un problema de cifras; es un llamado a la acción. Proteger a nuestros pequeños no es una opción, es un deber que nos toca a todos: Gobierno, familias, maestros y la comunidad.

Imaginen a un niño en su barrio, jugando en la calle o yendo a la tienda, riendo, lleno de sueños. Ahora, pensemos en lo que sienten sus padres cuando un desconocido lo rapta de un momento a otro. La angustia y el miedo no deberían ser parte de la infancia. Es fundamental que cada uno de nosotros, desde nuestro lugar, busquemos maneras de brindarles un entorno seguro donde puedan crecer, aprender y soñar.

La educación es clave, no solo en las aulas, sino en la vida cotidiana. Necesitamos programas que enseñen a los padres a identificar situaciones de riesgo y a hablar con sus hijos sobre seguridad. A veces, una conversación simple puede ser el primer paso para evitar una tragedia.

“Recordemos que nuestros niños deben sentir que pueden abrirse, que su voz cuenta y que siempre habrá alguien que los escuche.

Las instituciones también tienen una gran responsabilidad. No podemos permitir que nuestros parques, escuelas y calles sean espacios de miedo. La presencia visible de la Policía y el trabajo comunitario pueden ayudar a disuadir la violencia. Todos merecen un lugar donde jugar y aprender sin temor.

Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Cada uno de nosotros puede hacer la diferencia. Denunciar actos de violencia, ofrecer apoyo a quienes lo necesitan, y estar atentos a nuestro entorno son pasos sencillos pero poderosos.

La vida de cada niño es un tesoro. Cada homicidio infantil debería estremecernos y unirnos en un mismo grito: ¡basta! Debemos construir un futuro donde la infancia sea sinónimo de risas, juegos y oportunidades, no de dolor.

Colombia tiene el poder de cambiar esta historia. Hagamos un pacto colectivo para proteger a nuestros niños, para que un día no tengamos que lamentar más vidas perdidas.

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